"Cuando uno hace una arquitectura fuera de las leyes del mercado debe hacerlo todo: desde recaudar el dinero hasta formar a los obreros. Es un trabajo agotador, pero reinventa las reglas del juego". Eso ha hecho Diébédo Francis Kéré (Burkina Faso, 1965), el primer Pritzker negro y africano, que odió estudiar, pero odió también que nadie más pudiera hacerlo. Maldijo ser el único niño de Gando que tenía que caminar diariamente doce kilómetros para asistir a una escuela que era lo contrario a su pueblo: un espacio cerrado, oscuro y mal ventilado levantado con hormigón. Por eso, cuando le ofrecieron vivir en Berlín y convertirse en carpintero, continuó estudiando para formarse como arquitecto. Quería darles a los niños lo que él había tenido: una educación. Así, sin haber terminado de estudiar, reunió el dinero para levantar la escuela de Gando, su primera obra que, con el tiempo, ampliaría. Hoy mil niños van cada día a ese colegio ventilado y, con la ampliación, colorista. "En Burkina Faso, hace veinte años la gente no sabía qué era la arquitectura. Ahora la relacionan con la posibilidad de progreso", explica.
Kéré y su equipo han levantado institutos, residencias de profesores y clínicas en Léo, Oudougou y otras ciudades de su país. ¿Cómo lo ha hecho? "Los arquitectos no pueden esperar sentados a que les llegue un cliente con dinero", responde. Él trabaja empleando mano de obra local –hombres y mujeres que trabajan la tierra y cuecen ladrillos– y que afrontan los problemas del lugar –la humedad, el soleamiento o el polvo– con soluciones arquitectónicas como cubiertas levantadas o celosías. "Formo a la gente, pero aprendo tanto como ellos. La manera en que entiendo la arquitectura pasa por ensuciarse las manos", explica. Y añade: "Mis edificios están pensados para tener un mantenimiento nulo. Me gusta que sean capaces de sentir el viento, que la brisa los atraviese por las aberturas altas".
OTRO MODO DE CONSTRUIR
Burkina Faso tiene su propia tradición constructiva. Sería absurdo no aprovecharla, pero se puede mejorar con conocimiento y nuevos medios materiales y técnicas. Eso es lo que intenta este arquitecto. Y es que premiando a Kéré –un africano formado en Occidente–, el Pritzke reconoce un cambio de paradigma. Aplaude otra manera de construir con más ingenio que riqueza, lidiando con la dureza del clima y sin una legislación específica. Y antepone la mejora en la vida de las personas al beneficio económico. Lo que, durante dos décadas, Kéré y su equipo han construido en África han sido escuelas, residencias para médicos o clínicas. Lo que han levantado en Occidente han sido pabellones, intervenciones temporales o montajes expositivos que han dado a conocer otra realidad y una manera pretecnológica de reciclar, construir e instruir. Así, se está premiando el liderazgo arquitectónico capaz de transformar lugares: reconociendo en él la transformación de la propia disciplina. "La colaboración por encima de la competición", resume Kéré. "Será la gente con ganas de cambio la que transforme la sociedad. Luchar por mejorar aporta energía. ¿Qué hay en la vida mejor que la ilusión y la esperanza?", pregunta. Y al instante se corrige: "Quedo con mis doce hermanos en Gando y me doy cuenta de que ellos tienen algo que en Berlín escasea: se ríen. No saben leer. Sus hijos sí. Pero ellos ríen. África es un mundo por descubrir. Occidente puede aprender valores que ha perdido".
KÉRÉ A GRAN ESCALA
"Uno solo puede continuar cambiando. Seguir haciendo lo mismo es engañarse", dice Kéré, para quien la escala urbana será su nuevo reto. Ya ha comenzado a construir en Porto-Novo, la capital de Benín, el Parlamento. Y en Oudougou, la capital de Burkina, empezará en breve un edificio simbólico: la Asamblea Nacional, rodeada de puestos de mercado. "La arquitectura necesita un idioma que la gente pueda comprender", ha explicado. "El derecho a tener una casa, a poder construirla, debería ser sagrado. Puede que haya llegado el momento de que los más poderosos se bajen del pedestal y conozcan otra realidad". Con proyectos en Alemania, como Oxford Barracks, asegura que tiene "una deuda con mi comunidad. Allí sentí que era necesario. No me hice arquitecto para ganar dinero. Lo hice para servir a la gente".