Ha reinventado los rascacielos y los aeropuertos, ha vencido al cáncer, ha superado la muerte temprana de personas muy cercanas y, desde el reconocimiento que le otorga su fama y prestigio, no ha dejado de advertir sobre la necesidad de practicar una arquitectura menos dañina con el planeta y los habitantes de las ciudades.
Superados los 85 años, sir Norman Foster sigue al pie del cañón, apasionándose por su oficio y recorriendo medio mundo para seguir de cerca las decenas de proyectos en los que su estudio Foster+Partners está implicado.
No ha sido una trayectoria fácil para quien partió de unos orígenes muy humildes, se hizo a sí mismo y no vio reconocido su talento hasta cumplidos los 50 años. Por eso, vale la pena recordar aquí cinco hitos de su vida que ayudaron a crear al personaje más influyente de la arquitectura de las últimas décadas.
01 El primero de su barrio en ir a la universidad
Hay un hilo que conecta las biografías de algunos de los arquitectos más influyentes del siglo XX, y es el de su incompatibilidad con la educación convencional y su carácter autodidacta. Foster fue un niño pobre cuya existencia transcurrió hasta los veintitantos en Crescent Grove, un barrio deprimido del sombrío Manchester de posguerra. No acabó el bachillerato, lo que, en un temprano ejemplo de fuerza de voluntad, no le impidió ser el primer joven de su barrio en pisar la universidad. Para costearla trabajó de vendedor de muebles, heladero e, incluso, de portero de un club.
02 Un picaporte cuadrado en un agujero redondo
Foster siempre ha ido por libre y ha rechazado el encasillamiento. Ya en 1955, el primer arquitecto para el que trabajó en Manchester le definió como un “square peg in a round hole”: un picaporte cuadrado en un agujero redondo. Intentaba decirle que era un inadaptado. Y cuando la reina de Inglaterra le nombró sir, prefirió ocupar durante años su escaño como independiente en la cámara de los lores antes que sumarse a los conservadores o los laboristas, como hizo su amigo Richard Rogers, lord Rogers of Riverside.
03 La separación fantasma
Tras enviudar en 1989 de su primera mujer, la también arquitecta Wendy Ann Cheesman, Norman Foster conoció a la doctora Elena Ochoa, quien a mediados de los años noventa se encontraba en Cambridge dando clases de psiquiatría tras separarse de su anterior marido, el escritor Luis Racionero. Casados en 1996, desde entonces han construido una sólida relación cimentada con dos hijos, aunque en 2004 la revista Diez Minutos llegó a anunciar que ambos se separaban por la supuesta relación sentimental de Foster con una jueza catalana.
04 Escenario de película
Mucho antes de que Foster se convirtiera en un personaje mediático, uno de sus proyectos saltó a la fama por convertirse en uno de los escenarios de La Naranja Mecánica, la adaptación cinematográfica que en 1971 hizo Stanley Kubrick de la novela homónima de Anthony Burgess. Se trata de la Skaybreak House, un proyecto de 1966 diseñado cuando Foster formaba parte del equipo Team 4 junto con Richard Rogers y sus respectivas esposas, Wendy Ann Cheesman y Su Brumwell.
05 Instagramer entusiasta
Que Foster no se arredra ante los desafíos y abraza entusiasta los cambios a su avanzada edad lo demuestra su actividad como Instragramer. Abrió su cuenta en 2017 en parte para contrarrestar los numeros bulos que circulaban sobre él en la red, y la verdad es que ha conseguido miles de adhesiones con una mezcla de imágenes en las que no falta el componente divertido y relajante, como sus actividades deportivas -llegó a colgar una imagen suya pedaleando por la rampa de la cúpula del Reichstag de Berlín- y de ocio durante sus retiros vacacionales.