Además de las elegidas, había muchas más portadas que se podían haber incluido. Quizá en otra ocasión…

Las portadas de disco son una de las maneras más directas con las que causar una primera impresión que afecte positivamente a la percepción por parte del público de un músico o banda en particular. Inicialmente, los artistas optaban por poner una foto de ellos mismos, pero en su evolución histórica, la portada se fue convirtiendo en algo más abstracto: una parte crucial de la cultura de la música y una importante expresión artística a partir de la segunda mitad del siglo XX en la que la arquitectura no podía quedarse al margen. Un proceso que ha seguido también el camino inverso: el artista que pretendía simbolizar algo con la elección de un edificio concreto ha terminado, en muchos casos, convirtiendo edificios que no se construyeron con vocación monumental en reclamo turístico.

Además de las elegidas, había muchas más portadas que se podían haber incluido: el Hotel Eastlink (en realidad, una escultura de Callum Morton de tamaño real, situada en la autopista EastLink del estado australiano de Victoria, que el diseñador Antoine Moonen incluyó en un disco de Violent Femmes), el Royal Albert Hall en el que Loreena McKennitt actuó en alguna ocasión, el hotel Beverly Hills de Los Ángeles (el auténtico Hotel California de los Eagles) o el edificio de ladrillo de St. Mark’s Place que Led Zeppelin inmortalizó en su álbum Physical Graffiti… Quizá en otra ocasión…