Cuando se publicaron los Diarios de Andy Warhol en 1989, dos años después del fallecimiento de uno de los artistas más representativos del pop art, el mundo del arte se llevó las manos a la cabeza. No sólo porque allí estaban plasmadas las confidencias y pensamientos del Warhol más personal, alguien que era conocido por su frialdad, acerca de todo y de todos, sino también porque su muerte supuso el fin a décadas de glamour protagonizadas tanto por la beautiful people como por artistas que procedían de la marginalidad, como Jean-Michel Basquiat o Keith Haring.
Si no aparecías en los diarios de Andy no existías, pero la patada al ego de muchos de sus contemporáneos iba más allá. No salir citado ni una vez en alguna de sus páginas, además, te privaba de la gloria: no sólo no habías formado parte de la escena neoyorquina desde los 60 hasta los 80, es que tampoco tendrías la posibilidad de existir para la posteridad. De Warhol se ha hablado largo y tendido. A quien toca rendir homenaje es al que fue su pareja más longeva, la antítesis del universo Warhol: Jed Johnson.
Quién fue Jed Johnson, uno de los diseñadores de interiores más importantes del s.XX
Tímido, discreto, elegante, hogareño, abstemio y humilde, es un verdadero milagro que Johnson, que había nacido en Minnesota, acabara en la Factory y empezara, casi a hurtadillas, una carrera como diseñador de interiores que le llevó a ser uno de los mayores exponentes del maxi lujo de los años ochenta y noventa.
Ahora, la editorial Rizzoli reivindica su figura con una nueva edición del libro Jed Johnson: Opulent Restraint, que rinde homenaje a décadas de trabajo en la que gozó de una reputación sin precedentes en aquella época. Su impresionante lista de clientes incluía a Pierre Bergé, Mick Jagger y Jerry Hall, Richard Gere o Barbra Streisand. Su reputación como interiorista no se basaba únicamente en su clientela, porque en 1996, aunque a título póstumo, Jed ingresó en el Interior Design Hall of Fame como una de las super estrellas del interiorismo. Sin embargo, todavía hoy es un gran desconocido para el público especializado.
Johnson saltó a la fama en el Nueva York de los años 70, cuando fue descubierto por un empleado de Warhol al entregar un paquete en la nueva sede de la Factory, en el edificio Decker. No es de extrañar que llamara la atención, ya que era un hombre de gran belleza y carisma silencioso. Después de ponerle a fregar suelos, enseguida pasó a ser uno de los protegidos de Andy y posteriormente, a convertirse en su pareja. A pesar de su reticencia, se vio abocado a participar de las orgías creativas del archifamoso estudio y editó varias películas, entre ellas L'Amour (1973), Andy Warhol's Dracula (1974) hasta que finalmente dirigió Andy Warhol's Bad (1977). Pero la experiencia no fue demasiado enriquecedora, ya que sus intereses estaban en otra parte.
Empezó en el interiorismo en 1974, decorando la recién adquirida casa de Andy Warhol en la calle 66, un edificio de 3 plantas. La residencia exhibía una inmensa variedad de muebles modernos y de anticuario, obras de arte e importantes ejemplos de artes decorativas de varias épocas, mezcladas con gracia con obras del propio Warhol. El proyecto le llevó tres años. Cuando Pierre Bergé, socio de Yves Saint Laurent vio el resultado, quedó tan impresionado con lo que Jed había creado que le contrató para decorar su apartamento en el Hotel Pierre de Nueva York. Y a partir de ese momento, en 1978, Jed fundó oficialmente su empresa de diseño de interiores. Y no le fue nada mal.
Uno de los aspectos más seductores de Jed es que, harto de las fiestas, de la droga y del postureo que rodeaban la vida de Warhol, decidiera largarse del penthouse que compartían en Manhattan para tener una vida "normal", alejada del cancaneo y la vorágine pre-Instagram que rodeaba día y noche al artista. Después de haber cuidado a Warhol tras el intento de asesinato de Valerie Solanas, de haberlo dado todo por la relación (intento de suicidio incluido), se cansó y se fue. Tampoco es que Andy le echara mucho de menos, porque al día siguiente de que Jed se marchara, ya estaba cortejando a la que sería su última pareja, Jon Gould.
La vida sin Warhol, una vida de éxitos
A Johnson no le fue difícil pasar de la asociación con Warhol a la de Sandra y Peter Brant, una pareja de coleccionistas y mecenas que habían ayudado a financiar Interview, la revista de Warhol (su editor, Bob Colacello también ha participado en el libro). Les gustó mucho la sensibilidad de Johnson y acabaron encargándole el diseño de once proyectos diferentes, desde los interiores de su mansión de Greenwich, Connecticut, diseñados por Allan Greenberg, hasta una casa en Vail (Colorado) obra del arquitecto Robert Venturi.
Desde que se estableció por su cuenta y se unió sentimentalmente al arquitecto Alan Wanzenberg, la tranquilidad llegó a la vida de Johnson, especialmente en un momento en el que el SIDA estaba pasando factura en el entorno más cercano de Warhol. Pero ellos se salvaron de la terrible epidemia, y el estilo de Johnson floreció hasta convertirse en uno de los interioristas más solicitados de EE. UU. El mobiliario y los coloridos patrones del Arts & Crafts encajaban perfectamente con su sensibilidad. No sólo coleccionaba muebles de Gustav Stickley y objetos de Charles Voysey o Louis J. Millet, entre otros, sino que era capaz de hacer combinaciones imposibles: eclécticas, modernas, y sin embargo, acogedoras.
Su identidad quedó configurada con las yuxtaposiciones cuidadosas y precisas, utilizando el diseño para poner de manifiesto, por ejemplo, el parentesco entre el Art Déco y los muebles franceses que lo precedieron. A Johnson le debemos la recuperación de los azulejos esmaltados Pewabic, que habían dejado de fabricarse en la histórica casa, fundada en 1903. Y era capaz de combinar muebles de Émile-Jacques Ruhlmann y Jean-Michel Frank con cuadros de Picasso, Léger, Klee o Miró, y conseguir que el conjunto no pareciera pretencioso, sino relajado y elegante. Pero no nos confundamos. Que Johnson fuera un erudito en la historia de la arquitectura y del mobiliario (era un apasionado del Arts &Crafts y de Robert Morris, pero también de la arquitectura inglesa y francesa del siglo XVII al XX) y un auténtico experto en textiles no le convertía en alguien excesivo o recargado. Para él, el exceso era una forma de vulgaridad.
Todos los que le conocieron quedaron maravillados, y no hablamos solo de sus famosos clientes. Gran parte de su mejor trabajo lo realizó para personas que no eran conocidas ni tenían conexión con Warhol. Un ejemplo de ello es la escritora Fran Lebowitz, que le conocía desde los 70, y no podía permitirse vivir como un cliente típico de Jed, así que él le enviaba muebles de tanto en tanto. "A Jed le dolía ver que la gente que le gustaba no tenía lo mejor", explica en el libro. Lamentablemente, su carrera se truncó de forma prematura, cuando falleció a los 47 años en el trágicamente famoso accidente aéreo de la TWA, en 1996. Su empresa pasó a manos de su hermano gemelo Jay, se especializó en diseño de textiles y sigue activa a día de hoy.
Hoy, su legado se reivindica a través de una serie de ensayos, fotografías de proyectos y fotografías personales, en un libro de Rizzoli que rastrea las influencias en su incipiente carrera, su especial relación con Andy Warhol (recomendable la serie de Netflix de 2022 "The Andy Warhol Diaries") y el efecto que sus diseños han tenido en el diseño de interiores hasta el día de hoy. Háganse con un ejemplar antes de que se vuelva una pieza de coleccionista.