La arquitectura es el idioma universal que las ciudades usan para contarnos quiénes son. Olvídate de las guías turísticas que enumeran monumentos como si fueran una lista de supermercado; lo interesante de viajar como un amante de la arquitectura es descubrir cómo esos edificios moldean la vida de la gente y viceversa. Porque una catedral barroca o un rascacielos minimalista no son solo “bonitos,” son cartas de amor, de protesta o de orgullo, escritas en piedra y acero.
Cada destino tiene su propio ritmo y su propia voz. Luxor te susurra al oído historias de faraones y dioses. Berlín grita reinvenciones a través de sus cicatrices y Tokio baila entre tradición y tecnología. Este recorrido es para los curiosos, para los que no se conforman con ver, sino que quieren entender.
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1. Luxor: la grandeza del Antiguo Egipto
Si alguna vez hubo un sinónimo de monumentalidad, ese es Luxor. La ciudad egipcia, hogar del Valle de los Reyes y los templos de Karnak y Luxor, es un museo al aire libre. Sus columnas gigantescas y jeroglíficos cuentan historias de faraones, dioses y batallas, y transportan miles de años atrás. Caminar por la avenida de las esfinges, recientemente restaurada, es una experiencia que no necesita guías: los muros lo explican todo. Aquí, la arquitectura es religión, política y arte en una misma obra. Lo mejor de Luxor es su conexión con el presente. Aunque su pasado brilla con intensidad, la ciudad es un hervidero de cultura contemporánea, con mercados bulliciosos y cafés donde se mezcla la tradición con un futuro por construir.
El hotel Al Moudira, un oasis de lujo cerca del Valle de los Reyes, se ha renovado recientemente con seis nuevas villas diseñadas con ladrillos de terracota y tejidos antiguos seleccionados por su fundadora, Zeina Aboukheir.
2. Vilna: un caleidoscopio barroco y contemporáneo
Vilna, la capital de Lituania, es una joya por descubrir. Y 2025 es su año, teniendo en cuenta que ha sido elegida Capital Verde Europea. Su casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es un paraíso para los amantes del barroco, con iglesias y palacios que compiten en ornamentación. Pero la ciudad no se queda anclada en el pasado: su lado moderno, liderado por proyectos como el MO Museum, diseñado por Daniel Libeskind, demuestra que Vilna sabe reinventarse.
Pasear por sus calles es un placer, pero también una lección de historia y resistencia. Desde la ocupación soviética hasta su renacimiento como centro creativo europeo, cada fachada cuenta una pequeña parte de la historia de la ciudad.
3. Tokio: tradición y tecnología de la mano
Tokio siempre es un buen plan y parece que en 2024 todo el mundo se pudo de acuerdo. Se trata de un destino que desafía cualquier intento de definición. Desde los templos históricos de Asakusa hasta los rascacielos futuristas de Shinjuku, la ciudad es un mosaico de estilos arquitectónicos que coexisten en perfecta armonía. Aquí, la tradición no desaparece, sino que evoluciona: basta con visitar el Santuario Meiji, rodeado de un bosque en medio de la ciudad, o el ultramoderno Tokyo Skytree, que redefine el skyline de la capital japonesa.
Lo interesante de Tokio es cómo su arquitectura refleja la mentalidad japonesa: una mezcla de respeto por el pasado y un deseo insaciable de innovación. Cada barrio es un microcosmos único que merece ser explorado.
4. Berlín: la ciudad que nunca deja de reinventarse
Berlín es, además de divertidísima (porque a los amantes de la arquitectura también les gusta una buena fiesta), es un laboratorio arquitectónico. Destruida en gran parte durante la Segunda Guerra Mundial, la capital alemana ha sabido reinventarse constantemente. Hoy, su paisaje urbano combina restos del pasado, como la Puerta de Brandeburgo o el edificio del Reichstag, con obras contemporáneas de arquitectos como David Chipperfield o Daniel Libeskind. La esencia de Berlín está en su capacidad de transformación. Y esto es algo que no para.
5. Guadalajara: arquitectura mexicana con sabor local
En el corazón de México, Guadalajara combina la tradición de sus iglesias coloniales con la audacia de sus edificios modernos. Obras como el Instituto Cultural Cabañas, Patrimonio de la Humanidad, conviven con joyas contemporáneas como el Palacio de la Cultura y la Comunicación. Pero lo que hace especial a esta ciudad no es solo su arquitectura, sino cómo esta se integra con la vida cotidiana. Las plazas, los mercados y los espacios públicos están diseñados para ser vividos, no solo admirados. Si planeas visitar en febrero, no te pierdas Art Wknd, una feria que reúne a lo mejor del arte, la arquitectura y el diseño.
6. La Valeta: pequeña pero con carácter
La Valeta, capital de Malta, es una prueba de que el tamaño no importa cuando se trata de arquitectura. Con apenas 320 monumentos en menos de un kilómetro cuadrado, esta ciudad concentra siglos de historia en un espacio compacto. La influencia de los Caballeros de la Orden de Malta se siente en cada esquina, desde la majestuosa Concatedral de San Juan hasta los bastiones que rodean la ciudad.
En los últimos años, La Valeta ha abrazado la modernidad con proyectos como la puerta de la ciudad y el Parlamento, diseñados por Renzo Piano, que complementan su rico pasado sin restarle protagonismo. La llegada del hotel ME Malta, en las Mercury Towers diseñadas por Zaha Hadid, aporta un toque futurista a una ciudad conocida por su arquitectura renacentista y barroca.