Donde empezó todo. Podría ser el título de una novela histórica pero son las palabras que mejor definen la sensación de descubrimiento y fascinación que se siente cuando se visita por primera vez la Casa Natal Salvador Dalí. Inaugurada en octubre pasado, tras un largo proceso que ha llevado más de 30 años, el nuevo equipamiento cultural de Figueres es mucho más que una simple atracción turística. En el mismo edificio modernista del número 6 de la calle Monturiol, donde nació y creció el genio ampurdanés, empieza un viaje sensorial que nos muestra la figura del artista catalán más universal, desde sus inicios y contemplando su vertiente más personal e íntima.
Concebida como un espacio de referencia para comprender Dalí en toda su complejidad, la Casa Natal ilumina con nueva vida el mismo inmueble donde el joven notario Salvador Dalí Cusí, el padre del artista, instaló su notaría. Allí donde se casó con Felipa Domenech Ferrés y creó una familia. Entrar en el entresuelo de la calle Monturiol 6, donde el pequeño Salvador dio sus primeros pasos, nos desvela la figura del niño que fue antes del personaje que llegaría a ser. Respondiendo a esa vocación daliniana de convertirse en un artista global desde lo ultra local, la Casa Natal Salvador Dalí pone en valor la estrecha vinculación emocional y artística del artista con el territorio ampurdanés y la ciudad de Figueres de principios del siglo XX.
La conflictiva relación con su padre, que lo acabó desheredando y expulsando de casa, el vínculo emocional con su madre, que murió cuando Dalí contaba con tan solo 16 años, y la estrecha relación que mantuvo con su hermana, cuatro años menor que él, se nos muestran con una nueva luz y nos confirman la trascendencia de los primeros años de vida familiar en la personalidad de Dalí. La trayectoria del joven pintor quedaría marcada en estos metros cuadrados que lo vieron nacer y crecer. El desarrollo de su vida pública como artista universal es el argumento de una visita que prosigue en el resto del edificio, desplegando la fulgurante carrera del que sería reconocido como uno de los creadores más icónicos de la historia del arte.
Al frente de Varis Arquitectes y Grup Transversal, Dani Freixes ha dirigido un proyecto museográfico para la Casa Natal que permite al visitante adentrarse en la vida Dalí desde las sensaciones. Más allá de realizar un estricto recorrido por su biografía, la visita propone un viaje inmersivo en el tiempo, en el que el relato toma al espectador de la mano y lo lleva a un mundo de estímulos audiovisuales. A través de una audio-guía facilitada al inicio, el hilo conductor se establece como un diálogo interior entre dos voces: una que evoca Dalí en primera persona, a partir de fragmentos de sus escritos y declaraciones, y una segunda voz narradora que nos ayuda a entender la personalidad poliédrica del hombre que puso Figueres en el mapa del arte moderno.
Los 120 años del nacimiento de Salvador Dalí coinciden con otra efeméride redonda: la celebración de los 50 años de la creación del Teatro-Museo Dalí, inaugurado el 28 de septiembre de 1974 y reconocido como el principal legado que el artista dejó a la ciudad que lo vio nacer. El icónico edificio que el artista diseñó para albergar una selección de sus obras maestras presenta, hasta el próximo 30 de abril, una muestra única que incluye como principal reclamo una de sus pinturas más emblemáticas: El Cristo. Un óleo sobre tela de 1951 que no se había visto en el país desde el año 1952, cuando fue expuesto en Madrid y Barcelona. En una sintonía casi mágica, la apertura de Casa Natal Salvador Dalí coincide en el tiempo con la oportunidad de volver a ver una de sus obras más importantes.
Arropado por un imponente cortinaje de terciopelo rojo oscuro, inspirado en el que Dalí ideara para la presentación original de El Cristo, en la I Bienal Hispanoamericana de Arte de 1952, el óleo de Dalí se presenta con un diseño expositivo que nos recuerda el alto componente escenográfico con el que el artista ampurdanés concebía la exhibición pública de sus obras. La exposición Dalí. El Cristo de Portlligat profundiza en el proceso de creación de la pintura y destaca la importancia del paisaje, así como el lugar de creación: el taller de Portlligat, la pequeña población costera, en el término municipal de Cadaqués, donde el genio levantó su única residencia estable.
"Mi principal preocupación era la de pintar un Cristo bello como el Dios que es". Las palabras del propio Dalí confirman la gran significación de una obra que, hasta el próximo 30 de abril, ha abandonado su sede habitual en el Kelvingrove Art Gallery & Museum de Glasgow, Escocia, para volver a la tierra ampurdanesa en que fue realizada. La exposición de la tela se acompaña de material inédito que permite conocer el contexto de su creación: cinco fotografías, seis piezas de material preparatorio y un cuaderno con estudios y esbozos ejecutados entre los años 1948-1958. Una inmersión en la génesis de El Cristo que viene acompañada de otra pieza maestra con la que guarda una estrecha vinculación: La cesta de pan (1945).
Firmada por Dalí seis años antes, La cesta de pan comparte con El Cristo una misma maestría técnica, una depurada composición formal, el realismo fotográfico y el uso del claroscuro para dar relieve a los volúmenes y una luz que aporta dramatismo e intensifica la percepción mística. Contemplar El Cristo permite, además, reencontrarnos con un Dalí en estado de gracia, dispuesto a revolucionar el icono religioso con una innovadora perspectiva con la que se distancia de las crucifixiones clásicas de los grandes maestros, de Velázquez a Zurbarán. Una obra maestra que bien vale una escapada a Figueres.