Antorchas, carteles y mascotas –el diseño de las medallas olímpicas es bastante más conservador y hemos preferido sacarlas de esta selección– son fundamentales en la estética de los Juegos. Están presentes en todo momento, y como los récords que baten los atletas, también dejan un recuerdo indeleble en la memoria. Las mascotas, por ejemplo: ¿te acuerdas del osito Misha de Moscú 80? ¿De Sam: el águila blanca de Los Ángeles 84; o del tigre Hodori de Seúl 88? ¡Claro que sí! Si te fijas, todas son muy normativas y, de alguna forma, reflejan con su diseño la sociedad de una época que parece ya muy lejana, casi de otra galaxia. Y de repente, llegó Cobi: la mascota de Mariscal para Barcelona 1992. Moderna y con cara de lista, no ha tenido rival desde entonces –échale un ojo a las de Atlanta 1996, Sídney 2000, Atenas 2004 o Londres 2012 y verás qué diferencia–. En este artículo vamos a repasar algunos de esos diseños icónicos, que a veces pasan injustamente desapercibidos, pero que dicen mucho más de lo que crees de cómo son unos Juegos.
Tres antorchas olímpicas que, seguro, te suenan
La antorcha olímpica de París 2024 (también el pebetero) es obra del diseñador francés Mathieu Lehanneur, que comenta que su intención ha sido la de diseñar un objeto que fuera "extremadamente puro, icónico y casi esencial". Otra antorcha realmente bien diseñada es la del japonés Tokujin Yoshioka para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020. También muy sencilla, su estructura se inspira en la forma de la flor de cerezo (sakura), que en Japón simboliza renovación. En 2015, el diseñador viajó a Fukushima, que en esos momentos estaba siendo reconstruida. Allí montó un taller con niños de la zona, que dibujaron en su mayoría cerezos en flor, reflejando de alguna forma su esperanza en un buen futuro.
La tercera de las llamas olímpicas con las que nos quedamos es la de Edward Barber y Jay Osgerby para los JJ. OO. de Londres 2012, que destacaba por los 8.000 círculos cortados con láser que simbolizaban las 8.000 personas que la llevaron por el Reino Unido y que, además, reducían su peso y garantizaban que el calor de la llama se disipara rápidamente.
Tres carteles que ya son historia de los JJ. OO.
La primera vez que se creó un cartel oficial para unos Juegos fue para los de Estocolmo de 1912 y se hizo a través de un concurso. A lo largo de más de un siglo, los carteles han variado en estilo y técnica y, desde luego, reflejan el contexto social y político del momento. Hemos elegido tres que nos parecen icónicos. Lo es, desde luego, el de los Juegos de Berlín de 1936. Los Juegos de Hitler. Obra de Werner Würbel, el cartel muestra la puerta de Brandemburgo y un atleta (dorado) con una corona de laurel.
El siguiente es el de México 1968, que combinando los cinco anillos y el año de los Juegos da forma a un diseño original y futurista, cuyos elementos parecen moverse en todas las direcciones. El cartel es obra de Pedro Ramírez Vázquez, Eduardo Terrazas y Lance Wyman. Finalmente, nos quedamos con el de Moscú 1980 (en dura pugna con el de Barcelona 92), formado por los anillos olímpicos, la pista de un estadio, que también forma la silueta de un típico edificio de Moscú, y una estrella de cinco puntas. El diseño es de Vladimir Arsentyev y nos gusta porque es sintético y directo.
Una mascota para el recuerdo (y dos para olvidar)
Cobi es nuestra mascota para el recuerdo. Cobi es moderna, diferente, nada cursi y sí muy simpática. Basta un repaso por las mascotas de los Juegos de la década de los ochenta para confirmar la evolución. Luego, vinieron otras más futuristas como las de Atlanta 96, Atenas 2004 o Londres 2012.
Precisamente, las dos que nos gustan menos son las de Atlanta 1996 y Londres 2012. Izzy es la de Atlanta. Era azul y llevaba zapatillas de deporte. La verdad, poco más se nos ocurre para describirla. Las de Londres se llamaban Mandeville y Wenlock y el reconocido escritor infantil Michael Morpurgo montó toda una historia alrededor de su aspecto metálico y de la luz de su cabeza, que se inspira en las de los taxis negros de Londres; o de su frente idéntica a la del tejado del Estadio Olímpico. Probablemente, el problema reside en que hay que explicar demasiadas cosas para entenderlas y, desde luego, no son dos mascotas de las que uno se encariña a primera vista. Definitivamente, nos quedamos con Cobi.