Que una mente creativa se manifiesta de múltiples maneras es algo que nos viene a la cabeza ante una mujer como Renny Ramakers. Historiadora del arte, crítica y comisaria, Ramakers es cofundadora y directora de Droog Design, la firma que posicionó Amsterdam y los Países Bajos en el mapa del diseño más experimental de finales de los 90. Tras más de tres décadas colaborando con diseñadores como Marcel Wanders o Hella Jongerius, ésta holandesa nacida en 1946 en La Haya ha encontrado en Catalunya el lugar en el que dar nuevas alas a su espíritu creativo.
Enamorados del paisaje de Tiana
Can Reon: así se llama el nuevo proyecto con el que Renny da rienda suelta a su talante inquieto y creativo. Utilizando un acrónimo en el que se funden su propio nombre con el de su pareja, Leon Ramakers –emprendedor, ex-director de la promotora holandesa Mojo Concerts y figura esencial de la industria musical de los Países Bajos–, el proyecto es el fruto de un flechazo que ambos tuvieron caminando por las colinas de Tiana, un pequeño municipio situado a los pies de la Serralada de Marina, en la comarca del Maresme, a 15 km de Barcelona. Fue paseando con unos amigos por los viñedos de la zona cuando se gestó la idea de Can Reon.
Nueva vida para una vieja masía
Todo empezó con la adquisición de un viñedo que llevaba más de ocho años abandonado. Conocido tradicionalmente como Can Fàbregas, los primeros datos conocidos del campo de vides se remontan a 1245, siendo sus propietarios los miembros de seis generaciones de una misma familia. Convencidos de todo el potencial de la finca vinícola y de su masía, Renny y Leon Ramakers idearon un proyecto en el que mezclar todas sus pasiones: el diseño, el arte contemporáneo, la música, la gastronomía y el vino. Los holandeses encontraron en Tiana un terreno fértil para desarrollar su inagotable creatividad.
Un festival en medio de la naturaleza
Inaugurados en mayo de 2022 –y a la espera de poner la primera piedra de un ambicioso proyecto que convertirá Can Reon en un hotel rural y bodega con una oferta gastronómica basada en los productos de origen local–, los viñedos de la finca ya han empezado a dar sus primeros vinos y la masía, y su entorno, se preparan para la celebración de la segunda edición de Can Reon Festival. Un evento que, del 27 al 28 de septiembre, propone un sugerente maridaje entre el vino, la gastronomía, el arte y la música. Descubrimos los principales componentes de esta mezcla.
Arte por las nubes
Promete ser uno de los momentos más fotogénicos de la programación artística del festival. Las cometas creadas por los diseñadores Scheltens & Abbenes y Bertjan Pot llevaran su arte a lo más alto. Si el viento lo permite, las obras de estos holandeses surcaran el cielo sobre la Serralada de Marina mientras el resto de invitados artísticos se reparten diferentes localizaciones dentro y fuera de la masía. Los proyectos de vídeoarte y las vídeoinstalaciones reinan en una edición de Can Reon Festival que cuenta con obras de Cristina Lucas, Jan Robert Leegte, Jacco Oliver, Desirée Dolron y Mike Pelletier. Cinco intervenciones eminentemente audiovisuales que entraran en diálogo con la enigmática presencia de "Homo refugus", una escultura con la que la artista Margriet van Breevoort cuestiona las fronteras que separan lo natural de lo artificial, lo orgánico de lo tecnológico, la realidad de la ficción.
Música y danza entre viñedos
Pensada para amplificar la belleza del escenario natural que ofrecen las tierras vinícolas de Tiana, la programación musical del festival presenta una selección de artistas que buscan una nueva simbiosis entre la tradición y la vanguardia, la voz humana y el entorno digital. El dúo barcelonés Gregotechno responden exactamente a esa búsqueda y lo hacen llevando el canto gregoriano a la electrónica contemporánea. Su actuación en Can Reon forma parte de un cartel que incluye a Clara Peya, b1n0, IO y Jero Castellà. Haciendo doblete durante las dos jornadas, el festival acoge también a la compañía holandesa Panama Pictures, que se estrena en nuestro país con dos espectáculos que van más allá de la música, la danza y el circo para recuperar un anhelo primigenio del ser humano: superar las leyes físicas para traspasar los límites de lo posible.
In vino veritas
Sólo hace falta buscar en Google Maps las coordenadas 41º29'25.0''N 2º16'20.6''E para encontrar el Camí de l' Alegria: el punto exacto de Tiana dónde se encuentra Can Reon. Un espacio natural de una belleza única. Situada a 200m sobre el nivel del mar, la finca forma parte de la zona vitivinícola de la DO Alella. Los romanos fueron los primeros en cultivar en estos terrenos una uva con la que elaboraban unos vinos suaves, con un toque de salinidad. Los nuevos anfitriones se han confabulado para crear nuevos vinos sin perder el valor del patrimonio vinícola de la región, utilizando métodos modernos y el design thinking aplicado en la elaboración del vino.
Silencio, se come
La oferta gastronómica del festival tiene en Silence Meal el que será, sin duda, el plato estrella del fin de semana. Ideado por la artista experimental Nina Backman, residente en Berlín, el ágape del sábado 28 de septiembre consiste en una perfomance participativa en la que 45 comensales se sentaran en una larga mesa para compartir, en silencio, un menú creado por el chef finlandés Sami Tallberg. En un mundo secuestrado por el incesante ruido de fondo de la redes sociales, la idea de comer en buena compañía pero en el más absoluto silencio puede resultar tan relajante como revolucionaria. Para el resto de los asistentes, Can Reon propone diversas propuestas grastronómicas con productos locales y, también, una masterclass y cata de vinos de la mano de Lucia Galdona. Los vinos de Can Reon para degustar, en esta ocasión sí, mientras se disfruta de una buena conversación.