Bronte es una playa de arena rodeada de acantilados ubicada en un suburbio de Sídney. Allí se levanta esta casa construida a comienzos de la década de 1980 y reformada por el estudio de Madeleine Blanchfield. Sus propietarios querían cerrar una etapa después de que sus hijos se independizaran para adecuarla a su nuevo estilo de vida; una renovación a fondo, mirando hacia atrás sin ira, en la que "la flexibilidad, la luz y el flujo del espacio fueron elementos esenciales para garantizar un diseño adaptado a las necesidades de una pareja, pero también a acoger reuniones familiares más numerosa", según comenta la autora.

El diseño original pasaba por alto las numerosas oportunidades para disfrutar de la luz natural, la ventilación y las vistas del océano; la solución fue sustituir las paredes por correderas de cristal, tanto fuera como dentro. El punto de partida se ha basado en la reconfiguración de la distribución, eliminando la escalera central y el diseño de un vestíbulo que, al sustituir tabiques por las mencionadas puertas de vidrio, funciona como elemento de conexión con las áreas de estar. Evitar el blanco ha sido otra decisión premeditada de los dueños; de ahí que "una paleta sutil y versátil armoniza con la colección de muebles y arte de los propietarios y resulta ligera y brillante sin ser austero", añade Madeleine. La zona de acceso forrada con madera carbonizada, el fresno apagado de la cocina, las ventanas de acero en negro mate o el parquet pueden "recordar a edificios de estilo antiguo, pero se presentan aquí con detalles refrescantes y nítidos".

Destaca el juego perfecto que se ha creado entre intimidad y conexión gracias a más puertas correderas, esta vez de acero, y a biombos empleados para separar o abrir espacios entre sí. Un ejemplo está en el baño principal, donde se han utilizado cortinas y espejos montados frente a las ventanas que crean sensación de privacidad pero aprovechan las espectaculares vistas a la playa. Aparte de la madera, el material dominante son los revestimientos de mármol, de vetas muy marcadas, algo que para Madeleine Blanchfield "es un ejemplo de cómo una pequeña muestra puede parecer muy dramática, pero en contexto y con escala resulta tranquila y evita la sensación fría que tiene este material. Los acabados son cálidos, naturales y bastante 'fuera de moda' en cierto modo". Al perfecto cuidado de tonos y texturas, cuya sutileza se suma a detalles sofisticados y compatibles con un estilo retro, se añade el terrazo de la isla de la cocina, una pieza central que mantiene un comedido protagonismo. Discreción y sensibilidad para inducir a una felicidad deseada y atemporal.