Estamos abocados a vivir hacia lo alto. Las ciudades crecen en población puesto que concentran cada vez más puestos de trabajo y su espacio es limitado. La alternativa para muchos es irse a vivir lejos de la oficina, al extrarradio, pero no parece la mejor opción puesto que puede suponer una vida metido en un coche o en transporte público. Además, los criterios medioambientales aconsejan un urbanismo denso, esto es, un bosque de torres, mucho más eficiente en términos energéticos que la ciudad desparramada en suburbios de casas bajitas.
Lo que no está escrito es que este tipo de construcción, el edificio de apartamentos, tenga que resultar tan insustancial y falto de gracia como lo que se levanta hoy día en los barrios que van incorporándose a las ciudades. Los nuevos PAUs de Madrid –Las Tablas, Sanchinarro, Vallecas...– son un claro ejemplo de los efectos negativos que tiene dejar todas las decisión en manos de políticos sin la formación adecuada y promotores interesados solo por su cuenta corriente. Sobre todo ello reflexiona el escritor especializado en arquitectura Michael Webb en Building Community. New Apartment Architecture (Thames &Hudson), un libro que recopila algunos de los ejemplos de construcción residencial más interesantes erigidos en los últimos diez años, firmados tanto por estudios de fama mundial como por otros de ámbito más local.
Con la vista puesta en los proyectos de apartamentos más significativos del siglo XX, como los de Auguste Perret y Henri Sauvage en París, la Unité d’Habitation de Le Corbusier o la torre de Belo Horizonte de Oscar Niemeyer, Webb analiza que, por todo el mundo, la juventud acude en masa al centro de las ciudades, insuflándolas de nueva energía, y los arquitectos más visionarios están sabiendo encontrar respuestas a esta superpoblación urbana con soluciones muy imaginativas. "La vida en las afueras, en los suburbios, ha resultado un mal sueño: no podemos llamarlo ni campo ni ciudad y lo que se experimenta es soledad. Además, generan un tráfico fuera de toda medida", cuenta quien ha vivido más de 40 años en un apartamento del centro de Los Angeles diseñado por Richard Neutra.
Torres de pisos que pueden cambiar de forma, que combaten el cambio climático, que se adaptan a diversos modelos organizativos... Los edificios del libro rebosan inteligencia. The Interlace, un proyecto de OMA en Singapur, consta de 31 bloques de seis pisos apilados uno encima de otro de forma que entre medias se forman patios llamados a ser microcomunidades. Los 150 árboles de 25 Verde, en Turín, además de absorber carbono proporcionan aislamiento acústico y sombra en verano. Y el edificio Songpa Micro Housing de Seul propone espacios compartidos para toda la comunidad.
El problema para Webber es que las mejores soluciones suelen ser exclusivas de las clases acomodadas: "Por desgracia, en Estados Unidos y en Reino Unido ya no se hacen apartamentos de calidad de bajo coste. Los arquitectos que han conseguido sacar adelante proyectos imaginativos gracias al apoyo de las administraciones se ven sin opciones cuando trabajan con constructoras privadas". En su opinión habría que dejarles hacer. "Los retos básicos del diseño son los de siempre: espacio, luz, privacidad, aislamiento acústico, eficiencia energética... Y para que den con la mejor opción hay que dejar trabajar a los arquitectos".