Jóvenes pero no por ello menos experimentados. Estos diez estudios de arquitectura e interiorismo se encuentran de punta a punta de la península pero todos tienen algo en común: su capacidad para aportar soluciones creativas y muy actuales al sector consiguiendo que el diseño de interiores patrio sea algo a tener muy en cuenta a nivel internacional. Sígueles la pista si quieres estar al tanto.
Este despacho con sede en Bilbao se hizo famoso a escala internacional al firmar en 2019 La iglesia de Tas, una casa de 190 metros cuadrados donde antes, en el siglo XVI, figuraba una ermita renacentista. Al quedar abandonada, la rehabilitación a la que tuvo que enfrentarse el estudio fue descomunal. Ahora esa vivienda de Sopuerta en Vizcaya conserva la estructura original del edificio, dejando claro en qué puntos se intervino y cuáles fueron las intenciones de la reforma –trastocar el espacio lo menos posible-, un objetivo que en verdad habla del respeto al pasado y al oficio al que se enfrentan día a día Álvaro Cordero y Carlos Garmendia, los dos responsables de esta oficina nacida a finales del 2015
A caballo entre Milán, Madrid y Almería, la ciudad donde reside la directora de este estudio de interiorismo Gema Gutiérrez, en Puntofilipino han resuelto una serie de tiendas con las que se confirma que pocos límites hay dentro del diseño contract. En 2021 entregaron un espacio en el centro de Granada, Altelier, que más bien resulta un templo dedicado al caviar y al esturión local y ecológico. Adentro, de hecho, se puede ver el recorrido del producto desde que nace hasta que se vende al cliente, en unas salitas idénticas a las de una galería de arte repletas de azulejos blancos como los de una piscifactoría, además de muebles confeccionados con rocas del color predominante de Riofrío, donde emerge el esturión. Ojo también a la concept store que Gutiérrez ha diseñado en 2022 en Milán con terrazo, ladrillos de cristal, toques inspirados en la costa amalfitana y un producto nicho: cascos lujosos y accesorios de moto dispuestos de una manera similar a las esculturas de un museo.
A John Pawson le encantará saber que en Valencia ha florecido una nueva generación de arquitectos con una filosofía muy similar a la del inglés. Es decir, sin grandilocuencias de por medio. Eso se ve en el trabajo que desarrolla el estudio Iterare, fundado por Pedro Ponce y también Rubén Gutiérrez, quien igual que Pawson vivió una etapa en Japón. Lo cual se nota sobre todo en la Casa Mirasol –de sus proyectos residenciales más recientes- y en la Casa de los Gigantes del 2019, una vivienda en el barrio valenciano del Cabanyal en la que el despacho realizó un ejercicio de comprensión de la luz mediterránea, a la vez que ambos arquitectos, empleando un sistema de construcción basado en elementos naturales como la piedra, la cal y la madera, redefinieron las viviendas tradicionales de los pescadores valencianos.
La arquitectura antigua cántabra está experimentando una segunda vida y bastante merecida, en parte gracias al trabajo de este arquitecto que vive entre Madrid y Cabezón de la Sal. Desde allí alzó una casa en Vernejo mediante estructuras monolíticas de hormigón y con un garaje de metacrilato, que parece ultra moderna pero en realidad dialoga largo y tendido con las construcciones agrícolas de la zona, tanto en forma como en contenido. Algo similar a lo que Navarro hizo en otra vivienda de Valdáliga, actualizando las casas llanas de Cantabria con piedra, vidrio, madera y teja cerámica, y con la intención de que una familia del siglo XXI, nuclear o no, pueda vivir en un espacio con sumo respeto a su contexto rural e histórico.
Quien reniegue de esta región por los motivos de siempre tal vez debería saber que de allí no solo es una de las grandes promesas del tenis, también un estudio de diseño que ha hecho de lo local un valor al alza, tal y como demostraron los autores de Número 26, Miriam Hernández y José Ángel Rodríguez, con el primer rascacielos de Murcia ciudad. Es un edificio de nueve pisos, datado de 1914, cuyos bajos cuentan a día de hoy con una coctelería que conserva sus murallas –la del claustro del colegio jesuita que había allá en el XVII-, y que tampoco olvida su pasado industrial –el de la Real Fábrica de sedas a la Piamontesa-. Además, entre los últimos proyectos del despacho destaca una casa que, enfatizando la sinceridad constructiva, homenajea las viviendas clásicas de la huerta murciana. Y ojo a cómo lo hace, de la mano de piezas de mobiliario famosísimas de los años 50 y 60 junto a azulejos cerámicos, cemento, chapa galvanizada y el tradicional cañizo.
Nació a finales de 2018 y rápidamente destacó por los espacios gastronómicos que este estudio con sede en Barcelona idea especialmente para el chef Dani García. Suyos son el Lobito de Mar en Madrid y el de Marbella, titulado Leña, cuyo interiorismo reivindica lo natural y primitivo a través del uso del tronco de madera, con un intenso negro azabache que tiñe el local acompañado de detalles en latón –una decoración ya clásica de Astet-, esculturas en los techos y un lucernario enorme. En 2022, los dos interioristas al mando del despacho, Ala Zreigat y Óscar Engroba, también han resuelto el nuevo restaurante del chef en Marbella, constatando que los locales gastro todavía pueden seguir sorprendiendo por su concepto y diseño.
Viendo las fotos de su casa Ronda, un proyecto de 2020, resulta complicadísimo imaginarse viviendo en un piso que elimina los pasillos kilométricos propios de la arquitectura residencial española. Y es que, al deshacerse de ellos, lo que plantea Eduardo Mediero, director del estudio, es una retícula espacial diseñada como una sucesión de cuartos por definir para que sus propietarios los habiten según el gusto y las necesidades propias. Sin embargo, así eran las distribuciones que reinaban por ejemplo en el Eixample de Barcelona de finales del XIX, y que en realidad ahora actúan como una respuesta al encorsetamiento del mercado inmobiliario. O sea, a las viviendas para familias nucleares compuestas de salón-comedor, cocina y tres dormitorios, uno de matrimonio y los otros, normalmente, dedicados a los pequeños de la casa.
Cristina Acha y Miguel Zaballa llevan operando desde 2006 con distintos nombres y formatos, pero siempre resolviendo proyectos que difícilmente pasan desaparecidos. El claro ejemplo está en uno de sus más recientes, la Joyous Home, la reforma de una casa datada de principios del XX dentro de un edificio protegido, en la que introdujeron el modernismo que tanto triunfó entonces en Castro Urdiales, el pueblo cántabro donde se ubica la vivienda. A lo largo de sus 200 metros cuadrados, en ella han realizado un ejercicio único de preservación en el que lo simple no se aplica por gusto o capricho de sus autores. Es la solución que estos dos arquitectos han utilizado en pro de la facilidad de usos en el día a día.
La lámpara Cirio, una gigantesca luminaria suspendida de Antoni Arola para la editora Santa & Cole, presidió el desfile del diseñador Christopher John Rogers en la Semana de la Moda de Nueva York del 2020. Lo hizo de la mano de unos cortinajes de más de ocho metros de altura, que era el set con el que este estudio con sede en Barcelona rememoraba las presentaciones de la alta costura parisina de antaño, y con el que se estrenaron a nivel internacional sus dos responsables, la diseñadora gráfica Mery Garriga y el arquitecto
Sergi Sauras. Hoy, el dúo ha firmado la dirección creativa del showroom en Sant Cugat de la firma Bulthaup, además de resolver proyectos residenciales en Sevilla, la Costa Brava y Menorca, conjugando artesanía, honestidad en los materiales y una fuerte exploración de la luz natural.
Puesto que la actividad industrial ha desaparecido del centro de las grandes ciudades, hay naves y fábricas en vías de extinción. Algunas incluso con gran valor arquitectónico, como un almacén madrileño que acumulaba restos de todo tipo, y que este estudio –el antiguo Taller de Casquería hoy liderado por siete arquitectos- ha transformado con restos y objetos del nuevo propietario del espacio. Contempla herramientas de trabajo, muebles rescatados y restaurados, una cocina que se recuperó de un restaurante ya cerrado o el banco de una iglesia abandonada. Desde Burr comentan que todo aquello que no afectaba a los muros y la cubierta también se trabajó como si fuera un objeto más, configurando la vivienda a través de la relación entre cada uno de los elementos. Posiblemente se trata de uno de los proyectos más reconocibles de este estudio, pero atención a su local Brutal Burrito o a Pilarica, con una filosofía muy similar en torno a la preservación industrial.