Desde hace 40 años, Fernando Caruncho realiza proyectos de jardinería y paisajismo privados y públicos por todo el mundo, y cuenta con estudio en Madrid y showroom en París. Sus dos hijos, Fernando y Pedro, formados como arquitectos, se han incorporado al equipo. En sus proyectos destaca la fusión entre jardín y arquitectura, y su conexión con el paisaje, para lograr una completa integración con el espíritu del lugar.
Te formaste como filósofo y jardinero. ¿Qué tienen en común ambas disciplinas?
Tienen mucho en común, lo aprendí estudiando filosofía. El jardín, como decía Epicuro, es el lugar donde es posible la búsqueda del conocimiento ya que es el intermediario entre el hombre y la naturaleza. Hoy, en la situación actual, cuando todo se pone en duda, es más evidente que nunca: el jardín es la casa común de todos y el origen al que todos volvemos. Cuando hablo de jardín hablo de una construcción espiritual y mental interior que se puede expresar en una sola planta, una terraza, un parque o un jardín más o menos extenso.
Tus jardines han sido definidos como "espejos del paraíso". ¿Cómo sería para ti ese jardín paradisíaco?
Todo jardín es ya per se una memoria del paraíso siempre y cuando sea reflejo de un deseo y de una voluntad interior. Tardamos cinco años en completar el jardín de nuestra casa y refleja exactamente ese deseo que acometimos todos con mucho entusiasmo, pero también con mucha disciplina y trabajo, y, sobre todo, con un gran amor en la búsqueda de la belleza.
¿Cuáles son los componentes que nunca dejarías fuera del proyecto de un jardín?
El jardín tiene muchos niveles de interpretación. Es un hecho aparentemente muy sencillo, pero con muchas capas intermedias para que pueda llegar a ser. Es el mismo jardín el que te lo dicta. Nosotros no somos más que un puro intermediario. Mi trabajo consiste en manejar la luz a través de la geometría y conseguir que en ese espacio, donde los cuatro elementos de la naturaleza son todos vitales, usados en su correcta proporción, se produzca una vibración de luz para que el jardín se haga presente.
Hay proyectos en los que integras paisaje, agricultura y jardín. ¿Por qué esta fusión?
Para mí es un enorme placer y una alegría inmensa cuando puedo conectar en una misma línea el paisaje con la agricultura, con el jardín y con la arquitectura. Cuando se produce hay un momento mágico en el que por n todo está en su sitio, lo de la tierra y el cielo. Esta idea ya venía de los antiguos paradeisos persas. Yo me siento muy unido a esa larga cadena de jardineros que comenzó en el mundo de la antigüedad.
En el jardín de tu estudio, una fuente está rodeada de arena peinada. ¿En qué medida te ha influenciado la cultura de los jardines zen?
Hay una frase en castellano que explica bien lo que significa estar bien orientado, es decir, volverse al Oriente, a tus orígenes. Nuestra cultura es indoeuropea y ese "indo" está dentro de nuestra memoria colectiva. En Oriente ocurre lo contrario: han sentido siempre una gran admiración por el Occidente y por esas dos grandes corrientes de conocimiento y espiritualidad han encontrado puentes de contacto. A nosotros, todo ese mundo indo-oriental riquísimo nos llegó a través del islam. En la memoria de un jardinero, ese viaje hacia el Oriente, a sus orígenes, es fundamental. Pero lo es como experiencia, no como mera copia de una manera de hacer. Al interiorizarla, puedes tener la libertad de ser el jardinero en mitad del puente de esos dos grandes ríos, el de Oriente y el de Occidente.
Si debieras escoger unas pocas especies que enraizaran en un jardín, ¿cuáles serían?
Siempre las que se dieran en el lugar sin dificultad. Toda especie tiene su belleza, que llega a su esplendor cuando está adecuada y adaptada al sitio. Es cuando ella se siente feliz de estar allí y expresa así todo su potencial, todo lo que de verdad esa planta es.
Tus dos hijos, arquitectos, ya forman parte del estudio. ¿Cuál es la clave para armonizar una edificación y el jardín?
Tengo la suerte inmensa de trabajar con ellos. Es quizá la compensación mayor que he obtenido en toda mi carrera. Aprendo tanto de ellos como ellos de mí y ese conocimiento está permanentemente compartido. Para nosotros está muy claro que, previo a la arquitectura, hay que tener una visión certera del jardín. Este proceso hoy no se hace así, y por eso la unión entre naturaleza y arte no se produce nunca, ya que la mayor, la naturaleza, queda disminuida, y por tanto el conjunto pierde al no tener sentido unitario.
El jardín es uno de los espacios más amados de una casa de campo. ¿Cómo podemos enfocar uno de reducidas dimensiones?
Siempre digo que un jardín pequeño es la prueba de un maestro. En uno grande, la naturaleza puede ocultar errores; en uno pequeño ninguno pasa desapercibido. Con muy pocos elementos tienes que conseguir que el espacio tenga esa vibración luminosa de la que hablábamos antes. Para llegar a esto, solo hay un camino: observar y esperar en el sitio a que la luz del lugar guíe tus pensamientos.