El rosa simboliza la amabilidad, la sensibilidad o la infancia. El rosa es también el color de esta casa en Portocolom, al sureste de Mallorca, rehabilitada por Galmés i Mansergas. Es conocida como la Casa Rosa y protagoniza muchas de las icónicas estampas de la fachada portuaria de su encantador y tranquilo casco antiguo, Es Riuetó, en el que la vida todavía discurre sosegada y lejos del turismo de masas. 

Sus características casas, pintadas de colores pastel, se alinean frente a un mar en el que los tradicionales llaüts reposan, apenas mecidos por la brisa, al abrigo de los cobertizos que antiguamente servían para resguardarlos durante los meses de invierno. 

El que se sitúa frente a la Casa Rosa guarda un secreto: su puerta esconde en realidad la entrada a una cueva que se adentra varios kilómetros tierra adentro y en la que, según cuentan, los antiguos moradores pescaban anguilas desde un agujero practicado en el mismo suelo de la casa.

 

Los colores neutros conforman la paleta cromática.  

Los colores neutros conforman la paleta cromática.  

Neus Pastor

El placer de vivir 

El proyecto de rehabilitación, dirigido por el estudio Galmés i Mansergas arquitectes, requirió un escrupuloso respeto a la fachada original, que se restauró usando los mismos materiales, soluciones constructivas y colores. 

El interior es una reinterpretación de la típica vivienda marinera entre medianeras desde una visión contemporánea. Todas las estancias se distribuyen alrededor de un generoso patio central en el que tres aromáticos limoneros emparrados y un ciprés recrean un pequeño jardín mediterráneo que inunda de luz los espacios y favorece la ventilación cruzada en los meses de verano. Los espacios son esenciales, los materiales nobles, la paleta cromática en armonía con el entorno natural. Sólo cabe asomarse a la logia, abandonarse a la contemplación y recuperar el placer de vivir.