Ha dicho que su madre fue quien le «empujó» a ser arquitecto. ¿Era un niño obediente?
¡Por supuesto que no! Siempre me burlé de ella: le decía que era arquitecto por su culpa. Pero es que ella lo decía con buen fin. Cada vez que me veía haciendo un dibujo, ella solo pensaba que la arquitectura era una profesión más segura que ser pintor. No creo que tuviera razón.
¿Ante qué edificio se rinde admirado?
¿Qué edificio? No sé… ¡la Filarmónica de Berlín!
¿Y cuál no lamentaría que se derrumbara espontáneamente?
Oh, ¿por dónde empiezo? Es un poco brutal, pero no me gustaba la arquitectura de los días de gloria de la posmodernidad. ¡Así que hay muchos candidatos!
¿Diseñó su propia casa?
No. Es una casa de ciento cincuenta años. Lo único que hice fue añadir una pequeña extensión al conservatory [una especie de galería acristalada o terraza interior, típica de las casas individuales inglesas]. Pero soy un acumulador que colecciono de todo. No puedo mantenerlo ordenado. Está lleno de cosas. También muchas de mis cosas. ¿Conoces a Inge Morath? Hablé en su funeral y conté la anécdota de la gente que viene a mi casa. Me dicen «¡es fantástica; adoro todo lo que haces!». De repente se fijan en una cosa: «Eso es mi favorito». Bien, pues eso no es mío: es de Inge Morath.
Su estudio londinense en Camden Town es casi un muestrario de sus piezas más icónicas. ¿Tiene algo diseñado por otra persona?
Por supuesto. Mi coche lo han diseñado otros. Tengo un Saarinen y cosas de Jean Prouvé que encontré en un mercadillo… Y dibujos de Mariscal en la pared…
¿El cliente siempre tiene la razón?
El cliente siempre piensa que tiene razón. Nosotros no siempre dependemos de los clientes. Pero tengo algunos buenos ejemplos de clientes que tienen razón. Como cuando hice la tienda insignia de Yohji Yamamoto en Tokio. No se metió en absoluto en el proceso. Y luego, el día de la inauguración, hubo muchas preguntas y la primera fue de Le Figaro de París. La pregunta era: «¿cómo ha sido el proceso de estas dos personas creativas trabajando juntas?». Yo pensé, «¡Oh, Dios mío! Tengo que hablar de la realidad, de que Yamamoto estuvo más presente en su ausencia». Pero no tuve que decir nada porque él fue quien habló primero. Y su respuesta fue: «Yo elegí al arquitecto y el arquitecto hizo lo que quería». Perfecto. Ese es un cliente que tiene razón.
Anda siempre metido en grandes proyectos, grandes edificios, pero no sé cuando proyectó la última casita…
No hago muchas casas o proyectos de esos; pero el último proyecto pequeño y bonito que realmente me gusta es la biblioteca que he hecho para un coleccionista de arte. Colecciona «libros de artista», de Picasso, de Miró, de Andy Warhol… Algunos muy grandes, otros muy pequeños. Todos hechos a mano. Y ese es otro de los que considero «un cliente fantástico», porque tuve que hacerlo en una de las habitaciones del piso al que se había mudado, de unos siete u ocho metros cuadrados, en York Terrace, en Londres. Desde la ventana de la biblioteca puedes ver Regent's Park. Yo le pregunté: «¿cómo es el resto del piso?». «¿El apartamento? –dijo–. No es asunto tuyo». ¡No quería que nada me influyera! Quería que hiciera lo que quisiera.
¿Cuál es, para usted, la ciudad más atractiva, en términos arquitectónicos?
Cuando vas a Río de Janeiro, es increíble. Amo Río de Janeiro, pero está hecha de arquitectura que incluye favelas… y a Óscar Niemeyer. Todo está en el mismo paisaje.
¿Ha diseñado algo que sabía que sería inviable?
No. Pero hice un proyecto del que estaba muy orgulloso cuando lo hice, el Soundtrack, para Alessi. Era un archivador de cd y dvd, pero no duró mucho, porque ya nadie usa cd y dvd. Creo que todavía está en internet. ¡Así es la vida!
De todas las ramas del diseño, ¿en cuál no se ve trabajando?
Armas. Nunca diseñaré armas. Me molesté mucho cuando el Museo de Victoria y Alberto adquirió para sus fondos la primera pistola impresa en 3D. Creo que fue un gran error.
¿Compra en las tiendas de los museos de arte?
Prefiero los mercadillos antes que las tiendas de los museos. De todos modos, algunos son mejores que otros.
¿Qué fue lo primero que «robó» de la casa de sus padres cuando se independizó?
Robar una palabra muy fuerte; pero una vez les compré un libro por su aniversario de mis padres. Era un catálogo del Museo Ludwig; un catálogo de arte, básicamente pop. Era mi libro favorito sobre arte y me parece un libro increíble. Es mi libro favorito en muchos aspectos: por el contenido, por el diseño… Cuando me mudé de su casa a Londres, lo llevé conmigo. Pero con su permiso.
¿Tiene algún proyecto en España?
Ojalá tuviéramos un museo fantástico para diseñar o un teatro o lo que sea, pero hemos comenzado a trabajar con una empresa de gafas. Ya hablaremos cuando podamos anunciar el lanzamiento.