El ya desaparecido filósofo, semiólogo y escritor Umberto Eco destinó parte de su tiempo en este mundo a desentrañar la "Historia de la belleza" en un afamado libro que llegó a nuestro país en 2004. Tres años más tarde, hacía lo propio con la otra cara de la moneda, la "Historia de la fealdad", y nos proponía no sólo un recorrido por las obras de arte más feas de la historia, sino también por el significado de esta palabra como antítesis de lo bello, y por sus distintas manifestaciones, sean del tipo que sean.
La tarea de definir qué es lo feo no es fácil, aunque uno se puede poner vehemente y categórico argumentando, con mayor o menor acogida, meras opiniones basadas en el gusto personal. Pero no nos engañemos: no todos estamos cualificados para semejante labor. La RAE nos echa una mano, y dice que la fealdad es "la cualidad de lo feo", y la equipara con "la torpeza, la deshonestidad, una acción indigna y que parece mal". Entonces, ¿es lo feo malo por naturaleza? Intentemos aclararnos. Para la Academia, lo feo también es aquello que está "desprovisto de belleza y hermosura, que causa desagrado o aversión, o que tiene aspecto malo o desfavorable". Incluso puede ser un "desaire manifiesto y grosero".
Aunque la fealdad lleve implícita el desdén o la descortesía, recomendamos encarecidamente no tomarlo nunca por el lado personal. Porque romper, y en algunos casos, pisotear el canon clásico ha traído alguna que otra alegría al mundo, especialmente en lo referente al arte, al diseño o a la arquitectura. La asimetría, la deformidad, la falta de armonía y equilibrio en las proporciones también tienen su lado bueno. Incluso las propuestas indecentes y casi imposibles conducen a un ignominioso éxtasis en unos (y a la queja machacona en otros). Pero es de justicia reconocer que, al menos en estas disciplinas, lo feo nos ha hecho en muchas casos cuestionarnos nuestro gusto, nuestro propio sentido estético. Diana Vreeland, la mítica editora de moda y belleza, lo tenía claro: "Un poco de mal gusto es como un buen toque de picante. Tener demasiado buen gusto puede ser aburrido, pero lo que es intolerable es no tener gusto en absoluto".
Hechas las disquisiciones necesarias, nos preguntamos cuál es el edificio más feo de España y por qué. ¿Es la opinión general la que condena a una obra a este deshonroso título, o por el contrario, es responsabilidad de la crítica especializada? ¿Es debido a su aspecto formal o a su función, que nos complica la vida y hace que le cojamos manía? ¿Están bien hechos los edificios feos? ¿Hay algo que se nos escapa, que no entendemos, y que los demás han captado al vuelo? Sea como fuere, en los rankings anuales de los edificios más feos de nuestro país siempre hay algunos que tienen la plaza asegurada a perpetuidad. Pasen y vean, y si viven en uno de ellos, nuestras más sinceras felicitaciones: lo bueno de vivir en uno es que desde dentro no lo ves.