El de Jaume Plensa es un caso paradigmático de artista que tiene que esperar a que le reconozcan fuera para que se le aprecie en su país, y ha llegado el momento. Madrid y Barcelona son las plazas que ha querido conquistar, y a la vez. A la capital, el escultor catalán llegó primero con una intervención en el Palacio de Cristal, abierta hasta el 3 de marzo. Invisibles es un grupo escultórico conformado por mallas de acero que dibujan en el espacio los rostros inacabados de figuras suspendidas en el aire, atravesadas por la luz y detenidas en el tiempo.
20 de diciembre, segunda intervención. En esa fecha se elevó su obra Julia en la simbólica Plaza Colón, bajo el mecenazgo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, dentro del nuevo programa artístico de la comunidad de Madrid que consiste en mostrar durante un año, una obra artística seleccionada por concurso público en el pedestal de la plaza madrileña.
Se trata de una pieza de 12 metros de altura de resina de poliéster y polvo de mármol blanco que Plensa ha creado en exclusiva para ocupar este espacio y que durante 365 días cambiará el paisaje urbano de la ciudad. “Julia está dirigida al corazón de nuestro ser. Es un espejo poético y virtual en el que cada uno de nosotros puede verse reflejado en sus preguntas más íntimas provocando un instante de reflexión personal e íntimo dentro del agitado dinamismo que genera el espacio público”.
En Barcelona, Plensa muestra una escala un poco más pequeña en el MACBA hasta el 22 de abril. Está formada por 20 piezas instaladas de un modo novedoso al incluir un recorrido por el exterior del museo, guiando al visitante al Patio de Esculturas, el espacio que de camino al CCCB y en la que se han alojado The Heart of Trees (2007) y The Heart of Rivers (2016).
La obra con la nos abrimos paso en la exposición es Firenze II (1992), un enorme signo de interrogación que se apoya en la pared y que ya nos avanza la intención con la que Plensa trabaja la escultura: abrir un diálogo, plantear preguntas. En palabras de Ferran Barenblit, comisario de la exposición, "Ese signo «?» nos recuerda que, cada vez que lo empleamos, un enunciado se transforma en interrogación. ¿No será justamente esa una de las funciones de la escultura? ¿Mantener la incertidumbre, celebrar la imprecisión? ¿Generar perplejidad, vacilación, inseguridad? ¿Insuflar sospechas, multiplicar la incredulidad, abonar el escepticismo?".
Otras obras con las que podremos conectar son Mémoires Jumelles (1992), dos muros enfrentados que sostienen en tensión la escultura y por la que el visitante debe pasar por debajo; Matter-Spirit (2005), donde la interacción es total y debe golpear la pieza con un mazo, de modo que no solo la activa, sino que la hace presente al resto de personas que están en las salas; o Glückauf? (2004), con su tintinear de letras metálicas, que genera un murmullo tanto por el movimiento de las personas como por el de la corriente de aire.
Plensa es un artista de materiales, sensaciones e ideas con referencias que abarcan desde la literatura –en especial la poesía–, la religión y el pensamiento. Sus obras apelan a la misma condición del ser, su esencia física y espiritual, la conciencia de sí mismo y del pasado y su relación con la naturaleza. En todas ellas encontramos el diálogo recurrente en la trayectoria de Plensa, entre la representación de la figura humana y la abstracción.