El 13 de julio de 2005, a unos treinta y cinco kilómetros al norte de la frontera entre Estados Unidos y México, los agentes de del Sector Marfa de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos rodearon a cinco personas que viajaban por el desierto de Chihuahua, en el oeste de Texas. Sospechando que se estuviera desarrollando algún tipo de actividad ilegal, los agentes habían sido informados de que unos posibles inmigrantes ilegales habían sido detectados por el sistema de radar de aerostatos cautivos que forma parte de la red de vigilancia contra narcotraficantes y el cruce ilegal de la frontera y que es capaz de distinguir objetivos de hasta un metro a nivel del suelo.
Cuando los cinco sospechosos fueron localizados e interrogados sobre la naturaleza de sus negocios, la Patrulla Fronteriza tardó en entender sus respuestas. Los sospechosos eran un comisario artístico, un fotógrafo, un artista y dos arquitectos que estaban eligiendo la localización del futuro enclave donde se iba a construir Prada Marfa, una escultura conceptual que replica una boutique de lujo en la que se iba a exponer la colección de zapatos y bolsos de otoño de 2005 de Prada.
La pareja artística Elmgreen & Dragset está formada por el danés Michael Elmgreen y el noruego Ingar Dragset. Ambos comenzaron a trabajar juntos en 1995 explorando las relaciones entre el arte, la arquitectura y el diseño y sus relaciones con la sociedad y el mercado del arte. En 2001, su obra Opening Soon / Powerless Structures, Fig 242, ya hablaba del papel que estaban desempeñando las galerías de arte neoyorquinas en la transformación del paisaje urbano de la ciudad, trasladándose y asentándose en los barrios de alquileres más bajos y contribuyendo, a continuación, a la elitización residencial de esas zonas. En la obra en cuestión, Elmgreen y Dragset se limitaron a cubrir los escaparates de la galería Tanya Bonakdar con carteles que anunciaban, falsamente, la próxima apertura de una tienda de Prada: un guiño irónico al anuncio que se había realizado de que la firma italiana de moda iba a ocupar con una gran tienda la esquina de Broadway con la calle Prince en la que hasta el verano de 2001 se encontraba la sucursal del museo Guggenheim en el SoHo, un edificio diseñado por Arata Isozaki.
En esta otra ocasión, en cambio, su «escultura» Prada Marfa, que se inauguraría el 1 de octubre de 2005, iba a ir un paso más allá, situando una supuesta tienda de la marca italiana en medio de la nada: en el desierto de Chihuahua, a un lado de la autopista 90 que atraviesa el estado de Texas, a unos dos kilómetros y medio del pueblo de Valentine y a unos 42 de la ciudad de Marfa, famosa por albergar el museo de arte minimalista creado por Donald Judd en 1979 en unas instalaciones militares abandonadas.
El 1 de octubre de 2019, conmemorando el decimoquinto aniversario de la inauguración de su instalación, la pareja de artistas regresó por primera vez a Valentine y contaron aspectos relativos a su fijación por la marca, protagonista de estas dos obras. «A comienzos de siglo comenzamos a darnos cuenta de que toda la gente que acudía a inauguraciones solía vestir de Prada –explicaron–. De ahí surgió la idea del proyecto en la galería de Tanya Bonakdar en el barrio de Chelsea, con el anuncio en el escaparate de la inminente apertura de una tienda de Prada. La gente pensaba que eso era así y no entraba en la galería. Fue un proyecto muy guay, pero a la galerista no le gustó nada, porque no vendió nada de nada mientras estuvo “expuesta” nuestra obra».
Aquella fue una apuesta arriesgada: «en aquella ocasión no pedimos ningún tipo de permiso. Pensábamos que ya que Prada sí es una institución interesada en el mundo del arte no nos iba a denunciar por usar su nombre (y, de hecho, no lo hicieron), pero cuando nos pusimos con la idea de Prada Marfa sí decidimos pedirles permiso para usar su logo. Quisimos hacerlo todo por nuestra cuenta, pero en cuanto nos dimos cuenta de que llenar la obra con complementos de la marca nos iba a costar más que construir la falsa tienda, no sólo le pedimos permiso, sino que le pedimos los accesorios y nos cedió amablemente todas las piezas, pertenecientes a su colección de otoño de 2015».
Para la construcción del edificio contaron con el estudio dirigido por los arquitectos Ronald Rael y Virginia San Fratello, que construyeron el espacio con 2.500 ladrillos de adobe, el tipo de construcción habitual históricamente en la región: bloques de tierra mezclada con agua y paja dejados secar al sol. Una ironía con la que tampoco se contaba: las casas de adobe, un material considerado pobre, se han convertido, curiosamente, en símbolo de estatus para neoyorquinos o angelinos que han comenzado a adquirir sus segundas viviendas en la zona, atraídos por el impulso artístico de Marfa y su múltiples museos.
Prada Marfa, en su momento, se construyó con la misma intención de las obras de land artde los años sesenta y setenta: que desaparecieran con el tiempo y sólo permaneciera la documentación. De hecho, la obra ha sido vandalizada en varias ocasiones, hasta que dos instituciones culturales de la cercana localidad de Marfa, Ballroom Marfa y Art Production Fund, que habían ayudado a los artistas a localizar el terreno en el que asentar la obra, se propusieron mantenerla en buen estado para contribuir al creciente interés por Marfa, donde el artista minimalista Donald Judd creó una de las sedes de su fundación.
Prada Marfa terminó de popularizarse hace unos pocos años, después de que la cantante Beyoncé publicara en su cuenta de instagram (con más de 145 millones de seguidores) una foto en la que se la ve saltando delante de la obra más famosa de Elmgreen & Dragset.