Vegetación y arquitectura han formado desde tiempos inmemoriales un binomio indisociable que recorre culturas y estilos. Las plantas no son solo decoración: son un componente arquitectónico vivo y, por lo tanto, mutante, capaz de mejorar la temperatura, la acústica y la calidad del aire de un edificio. Pero tan importante como eso es su dimensión espiritual: su presencia en casa, por escueta que sea, nos reconecta con la naturaleza y nos relaja.
Crear en nuestro espacio doméstico pequeños rincones verdes que dialoguen con la arquitectura y nos proporcionen paz e intimidad está en perfecta consonancia con el valor de refugio que el hogar ha adquirido en los últimos tiempos.
Sosiego oriental
Esta reivindicación de la tranquilidad a través del elemento vegetal ha llevado al auge de diseños de espacios verdes inspirados en la cultura nipona. El jardín japonés se concibe precisamente como una especie de refugio en el que todos los elementos, vegetales e inorgánicos (piedras, grava) conviven en armonía y equilibrio, sin necesidad de caer en la exuberancia y el abigarramiento. La inserción de este concepto en un elemento tradicional de la arquitectura mediterránea como el patio, con el juego de la luz natural y las sombras proyectadas en las superficies, produce resultados de gran belleza que satisfacen ese deseo de privacidad en calma.