Como bien nos enseñaron los maestros japoneses, los mejores espacios son los que invitan a quedarse sin pedirlo. Y es justo eso lo que busca mucha gente cuando abre la cocina al salón: que todo fluya, pero sin que el sofá acabe sufriendo las consecuencias del olor a comida.

Separar sin dividir suena a juego de palabras, pero es una necesidad muy real en muchas viviendas actuales. ¿Cómo conseguir que el salón y el comedor convivan sin pisarse? ¿Dónde termina uno y empieza el otro sin meter un tabique en medio? Desde el estudio de interiorismo Júlia Brunet, liderado por Mireia Torruella a partir de un “alter ego” que recoge su pasión incondicional por el mundo del diseño, tienen respuestas claras y soluciones con cabeza.

Proyecto de Júlia Brunet

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Júlia Brunet

La frontera invisible

Lo primero que plantea Brunet es una máxima que debería imprimirse en cualquier reforma de espacios compartidos: “Separar sin dividir se logra con diseño inteligente”. Ni más ni menos. Porque aquí no se trata de levantar una pared, sino de marcar diferencias con recursos visuales, materiales y mobiliario bien escogido.

Una alfombra en la zona del comedor, una lámpara colgante justo encima de la mesa o un sutil cambio de color en la pared pueden hacer milagros. “Utilizando recursos visuales ligeros: una alfombra que delimite el espacio, una lámpara colgante encima de la mesa, un sutil cambio de color en la pared… Los tonos claros amplían visualmente y aportan luz”, explica la interiorista. Nada de recargar: la clave está en sugerir, no en subrayar.

Además, cuando los metros no sobran, hay que medir cada decisión. Aquí es donde entra la versatilidad. “En salones pequeños, cada mueble debe ser versátil y favorecer la circulación”, apunta. Una mesa redonda o extensible y sillas ligeras son apuestas seguras: no ocupan más de lo necesario, se adaptan a distintas situaciones y visualmente no saturan.

Proyecto de Júlia Brunet

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Júlia Brunet

Muebles que piensan por ti

El mobiliario a medida es un gran aliado cuando queremos crear transiciones sin romper la unidad visual. Un módulo de cocina que se prolonga en bufé, se convierte en banco y termina en vitrina o chimenea no solo optimiza sino que: “estructura el espacio con coherencia y personalidad, sin barreras visuales”, dice Torruella.

Los bancos, por ejemplo, son una solución práctica y que muchos pasan por alto. Colocados contra la pared, permiten acercar la mesa al máximo, liberan metros y, si se combinan con almacenaje, aún mejor. “En espacios reducidos, lo ideal es combinar ambas opciones: un banco pegado a la pared y sillas ligeras al otro lado para facilitar la movilidad”, recomienda. Incluso puedes jugar con cojines o acabados para darles un punto más decorativo sin perder funcionalidad.

Las sillas apilables, por su parte, son otra jugada maestra: están ahí cuando las necesitas y desaparecen cuando no. La flexibilidad, en estos contextos, no es un lujo: es una necesidad.

Proyecto de Júlia Brunet

Proyecto de Júlia Brunet

Mercé Gost

Definir sin sobrecargar

A la hora de dar identidad al comedor dentro del salón, muchos dudan entre romper o mimetizar. Brunet tiene una postura intermedia: “Unificar estilos aporta amplitud, pero introducir una obra de arte, una textura o una lámpara especial puede dar carácter y definir el comedor sin romper la armonía”. Todo debe conversar, pero no hace falta que todos hablen igual.

Una buena forma de conseguirlo es trabajar con capas: una base neutra (tonos claros, materiales cálidos, líneas limpias) y luego introducir elementos singulares que aporten carácter. La lámpara sobre la mesa no es solo una fuente de luz, es un hito visual. La alfombra no solo calienta, delimita. Y si hay hueco para una pieza de arte, mejor aún. Todo suma si está bien colocado.

0 comedor mesa redonda

comedor con mesa redonda al lado de la cocina.

Matthew Millman

Menos metros, más cabeza

Cuando el espacio aprieta, cada decisión cuenta. Desde el tamaño y forma de la mesa hasta cómo se distribuyen las sillas. Aquí, el consejo es claro: “En un salón pequeño, recomiendo mesas redondas o extensibles. La mesa redonda suaviza la circulación y facilita el diálogo, mientras que la extensible se adapta a distintas ocasiones sin ocupar más de lo necesario en el día a día”.

Funcionalidad y comodidad por encima del capricho decorativo. Y, al mismo tiempo, una mirada estética que entienda que un comedor no es solo un rincón donde comer: es un espacio más que debe integrarse con sentido y elegancia.

Brunet insiste en algo que a veces se pasa por alto: “La clave está en equilibrar estética y comodidad”. Parece simple, pero es un equilibrio delicado. El diseño inteligente no solo separa sin dividir, también hace que todo encaje sin forzarlo.