¿Alguna vez has pensado que tu casa podría estar hablándole directamente a tu cerebro? No se trata de ciencia ficción, sino del fascinante campo de la neuroarquitectura, donde cada objeto, rincón y textura es capaz de activar conexiones neuronales específicas. La arquitecta e interiorista María Gil Díaz, pionera en España en este campo con el primer Máster en Neuroarquitectura, asegura que nuestro entorno doméstico actúa como una prolongación de nuestro sistema nervioso.

No se trata simplemente de vivir entre paredes bonitas o muebles a la moda. Según Gil Díaz, especialista en neurociencia aplicada a la arquitectura y creadora del Método AENAD®, “La neurociencia ha demostrado que cuerpo, mente y entorno están profundamente interconectados. El entorno doméstico funciona como una verdadera extensión de nuestro sistema nervioso, afectando directamente a nuestro bienestar, salud y emoción”. Y añade: “Sentimos el espacio incluso cuando estamos dormidos, y su influencia va mucho más allá de nuestro bienestar inmediato: puede impactar incluso en nuestro destino por medio de la neuroplasticidad y en nuestra descendencia vía epigenética”.

Casa Fortunato, ahora también en El Alentejo.

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Manolo Yllera

Seguridad: mucho más que cámaras y alarmas

La primera necesidad que nuestro entorno debe satisfacer es la seguridad, entendida desde una perspectiva biológica y emocional, muy lejos de sistemas de vigilancia o puertas blindadas. “La seguridad no tiene nada que ver con cámaras de videovigilancia o guardaespaldas, es un sentir biológico que percibe todo nuestro cuerpo”, explica Gil Díaz, citando al Dr. Stephen Porges, padre de la teoría polivagal.

En contraste, un hogar ruidoso o con excesiva estimulación visual activa nuestro sistema de defensa, generando estrés crónico. “Este estado de alerta constante terminará por enfermarnos”, advierte la arquitecta. Por ello, la elección consciente de cada objeto en casa no es una simple cuestión estética, sino una decisión clave para mantener equilibrado nuestro sistema nervioso.

Casa Lucía by NhOMA ©Oleh Kardash 8

Casa Lucía by NhOMA

Oleh Kardash

Objetos cotidianos: comunicación silenciosa

Los objetos no solo están ahí para cumplir una función práctica. Según María Gil Díaz, cada forma, color, textura y aroma envía señales que nuestro cerebro interpreta automáticamente mediante un proceso llamado neurocepción, concepto desarrollado por el mismo Dr. Porges. “La neurocepción no evalúa si algo es bonito o feo, simplemente detecta seguridad o amenaza. Esa detección genera una respuesta emocional inmediata”, puntualiza la especialista.

“Los objetos que nos conectan con la naturaleza —por su forma, material o simbolismo— tienen un efecto regulador sobre nuestro sistema nervioso, disminuyendo niveles de cortisol sin que siquiera lo notemos”, afirma Gil Díaz. Por el contrario, formas puntiagudas, colores estridentes o la presencia excesiva de tecnología pueden mantenernos en estado de alerta, impactando negativamente en nuestro bienestar cotidiano.

Casa de campo contemporánea

Casa de campo contemporánea

Pia Capdevila

¿Por qué ciertos objetos nos reconfortan más?

Gil Díaz lo tiene claro: nuestra respuesta emocional hacia objetos específicos se basa en dos factores fundamentales. El primero es nuestra conexión innata con elementos naturales: “Esto explica por qué objetos de madera, piedra o algodón generan mayor bienestar que sus equivalentes sintéticos, o por qué una planta puede cambiar completamente nuestra percepción de un espacio”. Además, los colores presentes en la naturaleza, como los verdes bosque o azules cielo, han demostrado reducir nuestra frecuencia cardíaca y presión arterial.

El segundo factor clave es la personalización. “Los objetos que nos reconfortan son aquellos que nos hacen ‘sentirnos sentidos’, que hablan de nosotros y con nosotros”, explica Gil Díaz. Una fotografía familiar, la mecedora de la abuela o incluso el aroma de un bizcocho recién hecho pueden tener un poder emocional y regulador significativo.

María Gil Díaz

María Gil Díaz

mariagilneuroarquitectura.com

Cómo convertir tu casa en un refugio de bienestar

Para quienes deseen aplicar estos principios en sus hogares, María Gil Díaz ofrece consejos claros y prácticos. Primero, recomienda evaluar los espacios con calma, preferentemente en distintos momentos del día, elaborando un “mapa emocional” para determinar qué objetos generan tensión o tranquilidad.

La conexión con la naturaleza es clave: “Incorpora plantas, utiliza luz natural durante el día y cálida por la noche, elige materiales naturales y colores que evoquen entornos naturales”, aconseja. Además, enfatiza en la importancia de reducir la visibilidad de la tecnología en espacios destinados al descanso o la socialización.

La personalización también debe hacerse con conciencia: “Tu casa debe hablar de ti, no de las redes sociales. Introduce objetos significativos asociados a experiencias positivas, cultura o creencias”, subraya Gil Díaz.

Finalmente, la biohabitabilidad es esencial: ventilar diariamente, minimizar la contaminación del aire interior y crear espacios que fomenten el movimiento son pequeñas acciones con un gran impacto. Según la especialista, “El bienestar no es cuestión de metros, es cuestión de diseño. No necesitas grandes inversiones para diseñar un refugio donde te sientas seguro, lejos del estrés y la sobreestimulación del mundo exterior”.

En definitiva, cada elección que tomamos en nuestro entorno doméstico impacta directamente en nuestro cerebro y emociones. María Gil Díaz nos enseña que nuestro hogar no solo nos acoge, sino que también nos modela y define.