El paso de niño a adolescente convertía nuestra habitación en nuestro Sancta Sanctorum, el universo privado en el que aislarse del mundo (o de nuestros padres, al menos) rodeado de los elementos con los que nos identificábamos. Eran espacios absolutamente personales en los que expresar nuestros gustos particulares y en el que ensalzar a actores, cantantes o deportistas que admirábamos. Hemos decidido mirar atrás para rescatar la pasión que acompaña a todo adolescente que se precie de serlo y trasladar ese estado a nuestro yo actual. ¿Cómo lo haremos? Muy sencillo: rescatando objetos de esa etapa pero en clave contemporánea. Aquí nuestro particular viaje al pasado reinterpretado.