Hay objetos y elementos de casa que aceptamos sin cuestionar, como si vinieran incluidos en el lote de “lo que toca tener”. La mampara de baño, por ejemplo, es uno de ellos. Está ahí, funcional y fría, repeliendo salpicaduras como si ese fuera su único propósito vital. Pero, ¿y si ese momento de ducha (tu único rato en silencio) mereciera algo mejor que un cristal sin alma?

Hablamos con Gloria Matías, fundadora de Mikamoka Studio, que es experta en inyectar vida a los espacios con su toque suave pero firme. En sus manos, nada es corriente. Y, sobre este tema, lo tiene claro: “Hay que evitar crear esa caja fría que se genera al poner una mampara de cristal y darle personalidad y un carácter más confortable al espacio donde te duchas. Al final, es el ratito que tienes para ti, así que hay que darle un poco de personalidad”. En otras palabras: sí, te puedes duchar sin mampara y sin arrepentirte.

Como ducharte entre árboles (o casi)

La primera alternativa que propone Gloria tiene algo de poético, pero es totalmente práctica: sustituir la mampara por una celosía cerámica. “Además de conseguir dar privacidad a la zona de la ducha, también se genera un juego de luces y sombras una vez que estás dentro que te transporta a otro lugar, un lugar que te hace pensar en la naturaleza, como si te estuvieras duchando entre árboles”.

Una celosía de barro delimita los baños

Una celosía de barro delimita los baños

Lázaro Estudio

Las celosías permiten que la luz se filtre de forma suave, tamizada, lejos de la iluminación frontal y agresiva que suele acompañar a las duchas más convencionales. Y aunque parezca una idea exótica, es viable: basta con elegir las piezas adecuadas y estudiar bien la orientación para que la privacidad no esté reñida con la luz.

Un refugio dentro del baño

Otra idea con más presencia arquitectónica es la de convertir la ducha en un espacio completamente exento, como una microestancia dentro del propio baño. Nada de cristales, ni de divisiones medio traslúcidas: aquí hablamos de un tabique real, de suelo a techo, que lo separe todo.

Ducha, murete y lavabo piedra del Algarve

“Crear un tabique de suelo a techo donde no se visualiza nada de fuera ni desde fuera se visualiza nada de dentro del espacio, da lugar también una atmósfera de recogimiento para ese momento íntimo”, explica Gloria. Tiene sentido: igual que buscamos una zona específica para trabajar o cocinar, ¿por qué no hacer lo mismo con la ducha?

Esta opción transforma completamente la experiencia. Es más envolvente, más íntima, más cuidada. Funciona especialmente bien en baños grandes, pero con una buena distribución también puede aplicarse en baños pequeños si se integra con inteligencia.

La ducha sin barreras

Y si lo que quieres es un baño completamente fluido, sin separaciones, la tercera opción es la tuya. “La ducha sin barreras” —como la llama Gloria— consiste en eliminar por completo cualquier elemento divisorio. Nada de tabiques, ni cristales, ni siquiera cortinas. Todo es uno.

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“Se trata de poner la ducha de una forma estratégica para que no salpique y que todo el baño sea un mismo espacio. Así ampliamos visualmente tanto el baño como la ducha, y ese momento de relajación no lo interrumpe un vidrio frío que es lo que estamos intentando evitar”.

Este enfoque requiere una buena planificación previa —especialmente del suelo y la dirección del agua—, pero permite una continuidad visual muy potente. Además, es ideal para estilos minimalistas, rústicos o mediterráneos, donde el material, la textura y la luz lo dicen todo.

El baño como experiencia

Las propuestas de Gloria Matías no son ocurrencias estéticas: tienen que ver con el bienestar. Con transformar ese rato de ducha rutinario en algo más personal y sensorial. Porque el baño, al final, no es solo el lugar donde te purificas, sino también donde haces una pausa. Y esa pausa se merece un templo en condiciones (por pequeño que sea).