Tienes que ver esta casa en las montañas de Marbella que homenajea la simplicidad vernácula y respira lujo silencioso

No fue fácil el encargo que asumieron Chema Sobrado y su socio Álvaro Estuñiga, al frente Archidom Studio, en el proyecto de esta casa. El dueño quería que su residencia habitual estuviera formada por volúmenes independientes frente al mar Mediterráneo. “Cada una de las estructuras debía actuar como mirador y espacio de meditación aislado del resto. Fue una petición expresa del propietario, un conocido oftalmólogo de Marbella”, comentan los autores, encargados tanto de la estructura como de las líneas generales del interiorismo.Para añadir todavía más dificultad, el terreno de 2.400 metros cuadrados sobre el que se ubican los bungalows descansa en una pendiente muy escarpada con un 65 % de inclinación, que se abre a la zona de Montemayor en su cara este y al mar en la sureste.

Un paisajismo que mezcla lavandas, gramíneas y vegetación autóctona.

Con estos mimbres, Sobrado y Estuñiga plantearon un proyecto de 500 metros habitables en tres alturas que, al estar incrustado en la ladera, “casi da la sensación de ser una villa en una única planta porque los diferentes cubos se desarrollan en cotas de nivel distintas”, cuentan. La casa, además, tenía que respetar el entorno que la rodea y ser sobria y austera sin perder calidez. “El diseño que concebimos, de hecho, fomenta la conexión consciente entre interior y exterior y la coexistencia pacífica con la naturaleza. Es lo que llamamos lujo descalzo”, relatan. Y es que la idea era edificar una construcción suave y discreta, “con formas minimalistas, pero materiales naturales y neutros”, describen los socios. Siguiendo estas premisas eligieron el microcemento texturizado como material central tanto para la mayor parte de los suelos como para los lavabos de obra y las paredes de los baños, estableciendo así una continuidad visual global.

Las aperturas son otra de las claves del proyecto, tanto en las zonas comunes (unidas entre sí) como en los dormitorios con respecto a sus aseos, integrados gracias a la colocación de paneles ocultos que se abren y se cierran. La bañera de la suite principal se incrustó en el suelo para no distorsionar sus vistas al exterior y la piscina conforma un volumen propio que parece camuflarse con el mar. “Planteamos un nuevo concepto de interiorismo sintético, pero suavizado por el uso de materiales naturales, pocos muebles y tonos neutros que ayudan a que se aprecie mejor el juego de volúmenes y atraen y potencian la luz. El objetivo era expresar sencillez a través de la madera y la piedra”, matizan.

Los diferentes volúmenes que componen la fachada frente al mar.

La vivienda es, por otra parte, un refugio climático muy estudiado debido a su inserción en el terreno y a las cubiertas ajardinadas, que hacen prácticamente innecesario el uso del aire acondicionado o del suelo radiante y proporcionan aislamiento térmico en los duros meses de verano.

La vegetación también es sostenible. “Hemos optado, como era lógico, por un paisaje silvestre mimetizado con la flora existente. Las gramíneas, lavandas, pennisetum y otras especies locales crean una armonía fantástica con el movimiento del viento. Parece que intentan imitar a las olas del mar”, sugieren Sobrado y Estuñiga. La casa, dicen, está inspirada en la arquitectura mediterránea contemporánea. “Es un proyecto que nace del máximo respeto al lugar en el que se ubica, estableciendo un idilio permanente entre la luz y el paisaje, sin ningún tipo de distracción que no sean estos dos protagonistas”, rematan los socios.