"A veces los belgas somos demasiado blandos con nuestra paleta de colores", dice Michèle Mahieu, jefa de proyectos en la compañía familiar Tissage Mahieu, que provee de revestimientos textiles desde 1889 en la región de Flandes. En efecto, no se puede decir que este edificio de finales de 1800 que durante años ejerció de establo y que ella ha devuelto a la vida sea una explosión de color. Lo de Mahieu es más el diseño atemporal, empleando materiales naturales suaves y tonos "agradables a la vista". "Crear un ambiente cálido es lo que hace de una casa un hogar", asegura. Con ello en mente, reconstruyó este inmueble dejando casi intactas las tres fachadas originales, pues se trata de un edificio protegido, y añadió una parte moderna en el lado sur que no tiene nada que ver con el estilo anglo-normando del establo, cuyas puertas fueron reemplazadas por vidrio. Esta nueva área se caracteriza por sus ventanas de suelo a techo y sus muros exteriores cubiertos con madera de granero pintada en negro.
En el interior de la vivienda, que se extiende a lo largo y ancho de una sola planta de 250 metros cuadrados, Michèle Mahieu ha buscado la sensación de espacio colocando el mismo material en todo el piso, incluida la terraza: un estuco Mortex con aspecto de cemento. "Cuando abrimos las ventanas, esa continuidad aporta una sensación muy agrada- ble. Y como no hay muchas puertas, cada ángulo tiene una vista diferente. Vemos los caballos en el prado justo a nuestro lado".
Mahieu ha trufado la casa con algunas piezas emblemáticas, pues se declara coleccionista. "Me encanta visitar los mercados de diseño y echo un vistazo regularmente a mis web vintage favoritas. Cuando veo algo que me gusta, lo compro, aunque no tenga un lugar para ello de inmediato; puede ser útil para otro proyecto o para cuando 'rediseñe' este". Su inspiración la encuentra en la arquitectura de los años sesenta y setenta, de ahí que en el salón descanse un sofá modular que firmó Mario Marenco en 1970 y una lámpara de pie Arco, de Flos, que idearon Achille y Pier Giacomo Castiglioni en 1962, por ejemplo. En esa estancia se ha permitido un golpe de efecto con una pintura muy colorida del pintor, escultor, dibujante y ceramista belga Jan Cobbaert, sobre un puf turquesa brillante que consigue que los tonos del cuadro cobren aún más vida. El resto, calma y quietud.