La tipología de viviendas que reinó durante la segunda mitad del siglo XX en muchos puntos del Eixample de Barcelona, pisos pequeños con distribuciones extremadamente compartimentadas, es a la que se han tenido que enfrentar en varias ocasiones Aureli Mora y Omar Ornaque, los dos arquitectos detrás del despacho AMOO. Ya lo vivieron en una casa de la calle Balmes, y lo han vuelto a experimentar en 2022 con un piso de apenas 48 metros cuadrados en un edificio de la calle Calàbria de 1950, obra del arquitecto Francisco Juan Barba Corsini. "Esas viviendas se destinaban a clase media bonificable, según describe Corsini en la memoria del expediente de obras municipales", cuentan desde el estudio.
Al encargarles la reforma, lo que Mora y Ornaque plantearon fue el derribo de una habitación –el piso contaba con dos dormitorios más aseo, una cocina y un comedor-, y aprovechar el patio interior de ventilación central para que la casa girara en torno a él. Cosa que querían hacer realizando un apeo en el muro de carga y derribando el resto de tabiques. Pero hubo problemas: los vecinos se negaron a toda intervención estructural por mínima que fuese. "Lo cual viene siendo habitual", señalan los autores, apuntando que tuvieron que darle la vuelta al proyecto procurando que no perdiera la esencia. Y se ha conseguido, porque una de las premisas del propietario era poder darle cabida a su colección personal de más de 1.400 CD y 1.200 vinilos. Para ello, dicen los de AMOO, diseñaron muebles integrados ad hoc que ahora se pueden ver a lo largo del nuevo salón.
En esa estancia común también se aprecia al 100% la elección del pavimento, unas baldosas de gran formato y de un color súper claro que permite reflejar la poca iluminación de la que goza la vivienda, ya que su fachada exterior, la única que de hecho presenta, está orientada al noreste. En cuanto a las paredes y techos, Mora y Ornaque optaron por el color del cielo raso –con una tonalidad salmón- que añade a cada rincón calidez y confort, y que se extiende al volumen poligonal del baño, suavizando sus aristas y contrastándolo con un color azulado. El mismo que se prolonga a lo largo y ancho de Casa Calàbria, cuyos autores, tal y como se ve en las fotos, lo han combinado de la mano de elementos y apliques metalizados. Según ellos, son los que matizan el ambiente lácteo y tibio de esta vivienda, que a día de hoy suple sus carencias anteriores a la perfección.