"Nos pidieron dos cosas: poder usarla en invierno de una manera parcial, ya que no siempre vienen todos, y disfrutar de los espacios exteriores protegidos de las inclemencias del tiempo", explican Marià Castelló y José Antonio Molina Saiz sobre esta casa en El Port de la Selva, Girona, sobre la playa de la Tamariu. El arquitecto ya había reformado un piso en Barcelona para esta familia con cuatro hijos ya crecidos, y en 2016 le encargaron con estas premisas su residencia de vacaciones. Castelló respondió a ambas con inteligencia y limpieza: planteó el programa en dos construcciones separadas que suman poco más de 300 metros; en la principal, las zonas comunes y un par de dormitorios; en la secundaria, dormitorios y baños extras.
Las unió con una pasarela acristalada que mira al sur y queda protegida de la Tramontana, el famoso viento mediterráneo. Son dos volúmenes de cemento gris que respetan las rocas existentes en un juego de brutalismo artificial y natural. "Gracias a la sensibilidad de los clientes pudimos edificar en la cota más baja de la parcela y no en la superior, y soterramos una de las dos plantas; de esta forma se camufla. Lo hicimos por dos motivos: por generosidad hacia el espectador y por una mayor privacidad en los espacios exteriores. Así, los patios y los intersticios entre las rocas que planteamos con uso quedan ocultos a la visión de las casas cercanas".