En el barrio Zähringen de Friburgo de Brisgovia (Alemania) está el campanario de la antigua Iglesia de Santa Isabel. Una construcción a la que ha dado una nueva vida Ingrid Maria Buron de Preser.
"Al ver la torre me enamoré de ella", declara Ingrid. Fue en 2014 cuando la descubrió. Los trabajos de preparación del proyecto tardaron dos años; la planificación se inició en el año 2016 y las obras aún comenzarían dos años después, en 2018.
Rainer Disse, uno de los mayores arquitectos de iglesias del suroeste de la Alemania de la posguerra, construyó la iglesia entre 1962 y 1965 al más puro estilo brutalista, un estilo a menudo incomprendido, pero que se hizo frecuente en todo el mundo desde principios de la década de 1960, especialmente en edificios públicos.
Observándolo más de cerca, el supuesto monstruo resulta ser una criatura delicada. La iglesia de Santa Isabel era un ejemplo de este estilo arquitectónico: "bruto", de acuerdo con el principio de transparencia de la construcción; "depurado", en el sentido de no elitista, y "moderno e intransigente", con un gesto decisivo contra cualquier referencia histórica.
En 2006, la parroquia se mudó permanentemente a la cercana Iglesia de Santo Conrad y Santa Isabel se quedó desacralizada y permaneció vacía. Varios proyectos de reforma fracasaron antes de que la nave se transformara en un edificio residencial. Se agregaron dos pisos a la estructura original y se conservaron en gran parte las fachadas oeste y este a la vez que se crearon grandes aberturas en las otras dos.
Los apartamentos se vendieron en 2013. Pero, ¿y la torre? No parecía interesar a nadie. Lo único que hicieron fue trasladar su campana llamada Cecilia, de 600 kg, a la lejana Tanzania.
Fue en 2014 cuando Ingrid Maria Buron de Preser llegó y se puso manos a la obra. Con su esposo, el fotógrafo Gerd Preser (quien murió en el verano de 2019) exploró la torre y la estudió para usos futuros.
Hoy, en la planta baja, se ubica la capilla. Este espacio sigue dominado por la piedra del altar, monolítica y sin ornamento, pero ahora también incorpora una mesa acogedora, una pequeña cocina abierta, un lavabo, el acceso a las escaleras y, a una altura de unos tres metros, una estancia acondicionada a modo de nicho, como si fuera un decorado de teatro. Todo esto contrasta fuertemente con el aspecto rugoso de las paredes de hormigón en bruto y las baldosas de mármol del suelo. Cada uno de los tres pisos que le siguen, incluyen un dormitorio de invitados de 40m2 en alto.
La sala del campanario, junto al cielo, cuenta con la presencia de la chimenea Gyrofocus, que se muestra infinitamente alargada. Aunque esté ubicada en la pared sur, la chimenea le da a la sala un foco central. Al igual que los cálices de fuego de los templos antiguos o la luz eterna en una catedral, la puesta en escena recuerda la relación entre el fuego y lo sagrado.
Las formas sensuales y curvas de la chimenea Focus contrastan con la austera arquitectura cúbica. Y el estricto uso de acero puro responde a la presencia del hormigón en bruto. Ambas interacciones demuestran claramente que el uso magistral de las formas complementa el uso hábil de los espacios. En otros tiempos, si bien la campana era un elemento central del uso sagrado del campanario de la iglesia, hoy, la chimenea es el centro del edificio profano. Y es que una chimenea Gyrofocus ya estaba en la mente de Ingrid Maria Buron de Preser cuando subió por primera vez por aquella escalera, hace ahora seis años. Ahora, todo está listo para dar la bienvenida a los amigos del arte y de la arquitectura, así como a los huéspedes, aunque todavía no se hayan completado del todo las obras.