Seguir la corriente, dejarse llevar, es la mejor opción de vida en Ibiza. Nancy Geernaert, fundadora del estudio Just'in Design, ha traducido esta actitud libre en una mezcla ecléctica de vintage de los años setenta y detalles de diseño con cualidades táctiles, creando un ambiente ibicenco fresco, moderno y respetuoso a partes iguales con esta finca rústica que parece hallarse en medio de la nada, pero que en realidad está a solo diez minutos de uno de los pueblos más encantadores de la isla, Santa Gertrudis, y de playas increíbles como Cala Gracioneta.
Desde su oficina de París, la diseñadora flamenca trabaja con clientes de toda Europa y reparte el poco tiempo que le queda entre Bélgica e Ibiza. En la isla Pitiusa es arrendataria a largo plazo de los herederos de una familia que ha vivido en esta casa durante generaciones. Confiando en su capacidad para seguir cuidando del lugar y embellecerlo aún más, los propietarios la eligieron como inquilina por encima de otros pretendientes más famosos.
La finca, de más de 200 años de antigüedad, presenta una arquitectura rural tradicional sencilla, con paredes encaladas y piedra caliza, y está rodeada de frondosas higueras, limoneros y almendros. La única intervención de calado que Nancy ha hecho en la estructura es la construcción de un patio y la reforma de la piscina. También añadió espacios exteriores a cubierto para relajarse y pasar el rato al aire libre. "Quise respetar el ADN de la casa y las características originales utilizando únicamente materiales táctiles y naturales, como la piedra caliza, la piedra alemana local y la madera de sabina para los techos, y evitando el plástico y todo lo artificial. La reforma se ha hecho tan bien que se nota el toque de la gente que la construyó", reivindica la autora.
Como prueba de su profundo respeto por la arquitectura original, en el caso del salón de la planta baja, en lugar de modificar una estancia larga y estrecha optó por dividirla en tres zonas para sacarle el máximo partido. Esta gran finca es lo suficientemente espaciosa como para que Nancy y su marido se reúnan con todos sus amigos y sus tres hijos adultos, que viven en distintos países, y los amigos de estos. A veces, cuando alguien acaba de salir de uno de los cinco dormitorios –tres de ellos en la planta baja, donde se ubican el resto de espacios de día; la habitación de Nancy y otra de invitados están en el piso superior–, y ya hay otro huésped esperando para uno, parece que se está gestionando un pequeño hotel.
Sin embargo, también disfruta cuando se queda sola, en una de sus estancias en la isla para trabajar en la casa de un cliente. Como diseñadora, entiende el arte de respetar la energía y la existencia vivida aquí por el propietario, Miquel, su familia y los abuelos y bisabuelos que les precedieron, preservando la historia del lugar y continuando la construcción de recuerdos.