Situada a más de 4.000 metros, El Alto es una joven ciudad nacida en los ochenta a la vera de La Paz, donde el presidente Evo Morales retiene un importante respaldo de la mayoritaria comunidad aymara. En los últimos años sus calles han visto nacer un movimiento de orgullo indígena que tiene entre sus principales abanderados un arquitecto autodidacta, Freddy Mamani Silvestre. Su trabajo ha sido valiente: dotar de color el árido paisaje del altiplano a través de edificios que considera bellos ejemplos de lo que ha llamado Nueva Arquitectura Andina, con extravagantes fachadas entre el indigenismo y el postmodernismo. Los denomina "cholets", mezcla de las palabras "chalet" y "cholo". Esta última identifica a los indios mestizos de ciudad, y tiene una connotación peyorativa en Bolivia.
Los cholets identifican a la floreciente burguesía aymara, pues son sinónimo de éxito. Su estructura es casi siempre la misma. De 6 o 7 plantas, al nivel de la calle encontramos tradicionales locales comerciales. Encima, espacios para reunirse en familia o con amigos concebidos como destellantes pistas de baile; en un segundo nivel, apartamentos en alquiler; y en el último piso, la residencia de los propietarios, la que consideran el chalet propiamente dicho, donde no falta la bañera de hidromasaje. Representa el éxito de personas que han prosperado dedicándose al transporte, la minería o la restauración, y que esta vez no tienen miedo de exhibir su herencia indígena. Al contrario. Y en estos términos es un arquitectura de primer nivel por su poder simbólico.
"El Alto siempre ha sido una ciudad monocromática. Sin duda ha influido la altitud, la falta de precipitaciones y el clima alpino, muy frío", explica Mamani. "Mis edificios, con su color, están contribuyendo a que se convierta en una ciudad moderna". Una de sus fuentes de inspiración proviene de la antigua ciudad de Tiwanaku, a 60 kilómetros de El Alto, que entre 500 y 1000 a.D controló buena parte de esta zona de los Andes. Declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco, sus ruinas sirven de forma habitual como escenario para actos políticos. Mamani visitó por primera vez el yacimiento durante la escuela secundaria y se siente muy orgulloso de una estética geométrica que cree que casa muy bien con las formas contemporáneas.
Las representaciones de cóndores, pumas y otras formas naturales él las traduce en referencias propias que aluden a elementos como montañas, rayos, animales y flores, mientras que los vibrante colores de fachada e interiores recogen en gran medida la paleta de los textiles aymara, con profusión de azules celestes, rosas, rojos y verdes. "Mi arquitectura es como un trofeo que han ganado sus dueños", resume el arquitecto, quien ya ha construido 70 de estos edificios en El Alto y más de 100 en Bolivia.
La estética geométrica latinoamericana es precisamente el argumento a través del cual se articula la exposición de la fundación Cartier de París, Southern Geometries, from Mexico to Patagonia. Concluye el 24 de febrero.