Hay algo en la identidad mediterránea que la hace transversal a las cuatro esquinas del globo. En algunos casos, el vínculo tiene raíces históricas y culturales; es el caso de las casas de estilo español de California o Florida, que vivieron un boom en los años veinte y treinta del siglo XX y cuyo influjo ha pervivido hasta nuestros días; o ese amor por los colores de la tierra que han transmitido insignes arquitectos mexicanos como Luis Barragán. En otros, la cercanía geográfica y un paisaje compartido actúan de nexo, como el Algarve y el Alentejo en Portugal. Y en aquellos casos en los que el vínculo no parece tan evidente hay que rastrear la afinidad en una climatología benigna y el gusto por un estilo de vida relajado, como sucede con el auge de lo mediterráneo en Australia.
Activar los sentidos
Comentando esto último, la interiorista Georgia Ezra, fundadora del Studio Ezra, radicado en Melbourne, afirma que "las capas de cultura que transmite la arquitectura centenaria en todo el Mediterráneo tienen una energía que resulta cálida y experiencial, algo que todos anhelamos". Y añade que los materiales que distinguen el estilo mediterráneo son ante todo funcionales, pero también incorporan la impronta del tiempo y del toque humano, algo que "activa los sentidos". Sea por lo que sea –la naturalidad, la sencillez, la dimensión humana–, la balanza "exportadora" para los que vivimos a orillas del Mare Nostrum es netamente positiva.