Humberto Campana es la parte racional de los Hermanos Campana. Este par de diseñadores (Humberto y Fernando) ha conseguido llevar la artesanía brasileña a lo más alto del diseño. O los amas o no entiendes nada.
¿Qué es lo que más admira de su hermano?
Lo que más me gusta de Fernando es su punto de osadía. Siempre es capaz de dar un paso más adelante. Somos complementarios. Yo tengo los pies en el suelo, y él, la cabeza en las nubes.
¿Cómo empezaron a trabajar juntos?
Surgió de forma natural, espontánea. Fernando vino a trabajar a mi taller de escultura, y de eso hace ya mucho. Este año hace 32 que estamos juntos. En los años 70, en Brasil había una atmósfera muy creativa.
El poder evocador de Brasil…
Sí, es un país muy inspirador. Con aspectos tan diversos… Muy diferentes los unos de los otros. El centro, el este, el oeste… Fue colonizado por diversas culturas, y eso se nota.
¿Cuál es su principal fuente de estímulo?
La artesanía. En Brasil tiene más fuerza incluso que en Tailandia. Son impresionantes las manifestaciones de artesanía en mi país, ¡increíbles! Con mucho ruido visual y sonoro. No somos minimalistas. Vivimos en el caos, para bien, y para mal.
Un país de grandes contrastes, y en este caso no es un tópico.
Ahora mismo estamos pasando por una gran crisis política. La corrupción nos está afectando mucho. Es un momento muy difícil. Pero como decimos nosotros, Brasil está siempre en crisis. Por eso no dejamos de reinventarnos [ríe].
Crecieron en el interior del estado de São Paulo.
Sí, nosotros nacimos en el interior, y eso ese refleja en nuestro trabajo. Nuestra infancia se desarrolló alejada del entorno urbano. Muchas veces, lo que hacemos es trasladar nuestra infancia a nuestra obra.
¿Qué significa trabajar hoy en día en São Paulo?
São Paulo es la parte dura, pero trasladarnos aquí nos ha dado la posibilidad de hacer cosas, de concretar nuestros sueños. No es como Rio de Janeiro, una ciudad generosa, abierta... Es una ciudad en la que te lo tienes que currar mucho.
Trabajan a menudo con materiales ecológicos. ¿Fue una decisión consciente?
Al principio fue una cuestión de necesidad, de falta de recursos. Ahora sí que se ha convertido en una opción ecológica. Claro que no trabajamos con materiales 100% reciclables, pero si podemos, siempre levantamos esa bandera. Estamos muy concienciados con los problemas sociales de Brasil. Siempre intentamos ser lo más éticos posible
Lo mismo se relacionan con pequeños talleres de artesanía que con los grandes fabricantes. ¿Cómo lo llevan?
Es divertido, porque tenemos las dos facetas y a veces al mismo tiempo [ríe]. Lo más importante para nosotros es que nos den libertad para crear y que podamos hacer un buen producto. No nos preocupamos por vender. Claro que es importante, tengo un estudio que mantener y no soy tan naíf, pero lo importante, lo que más nos preocupa, es crear una historia.
El concepto "soñar" está muy presente en su discurso.
Es esencial. Si alguien me propone algo en lo que pueda soñar, pienso, ¿por qué no? Queremos ser libres. No nos gustan las etiquetas a la hora de crear. Pero también estamos concienciados con los problemas sociales. Es algo innato, especialmente viniendo del país del que venimos. Siempre intentamos ser lo más éticos posible, sin robar a nadie.
Sus piezas están expuestas desde el MOMA de Nueva York hasta el Pompidou de París. ¿A qué más aspiran?
Tengo una pequeña granja en el interior de São Paulo, no muy grande. Mi gran sueño es transformarla en el Instituto Campana para conservar la memoria de Brasil. Es que en mi país la gente no sabe de dónde viene. Es un sueño, un compromiso con la realidad.
¿Le gusta que Rio de Janeiro sea la sede de los Juegos Olímpicos?
Por una parte es bueno, porque se construyen nuevos centros deportivos y culturales. Pero no estoy muy seguro de si será bueno para los brasileños, para nuestro día a día. Es un mal momento para Brasil... No lo sé. No es una pregunta sencilla [ríe una vez más].