No hace falta ser princesa para querer vivir en un palacio. Solo es necesario tener bueno gusto, incluso literario, y ganas de sentir el peso de la historia y la cultura. Porque el Palacio de las Magnolias, una joya arquitectónica del siglo XIX, forma parte del portofolio de la boutique inmobiliaria The Sibarist y en el que Josefina Aldecoa pasó sus mejores años. 

Si esto no te parece motivo suficiente, entonces te diremos que se trata de una edificio de arquitectura indiana y gran valor cultural y patrimonial. Ubicada en Mazcuerras, a pocos kilómetros de Comillas, Cantabria, fue construida e inaugurada en 1882 por Pedro Fernández Campa, indiano que llegó a ser diputado provincial y amigo del Marqués de Comillas, Antonio López. Entre sus altos techos de cuatro metros se alojaron grandes personalidades de la época como el rey Alfonso XII, la reina Isabel II y las infantas Doña Eulalia y Doña Paz, que pasaron algunos días de verano.

Estrechamente vinculada a la historia de la literatura española, en ella vivió y desarrolló su obra Josefina Aldecoa, escritora que convirtió esta casa, que en sus textos calificaba de paraíso, en un lugar de encuentro y tertulias donde recibió a personajes ilustres de la cultura del siglo XX como Picasso, entre otros.

 


Tan bonita por dentro como por fuera

La propiedad en sí consta de tres edificaciones: una casa palacio con dos plantas distribuidas en cuatro habitaciones, cuatro baños, tres chimeneas, dos miradores, comedor, cocina, despensa, porche y buhardilla; una casa de invitados con dos plantas también y garaje, y por último una entrada independiente desde la calle con acceso para vehículos y leñera. En total algo más de mil metros cuadrados.

Pero si por dentro resulta encantadora, el jardín que la rodea no lo es menos. Con una superficie de 13.783 metros cuadrados, fue un referente en la época, con especies importadas del extranjero y un diseño innovador en la región. Fue recuperado por el prestigioso paisajista internacional Isaac Escalante en el año 1975 y vinculado al famoso vivero de la villa. Del jardín original aún permanecen jaulas inmensas de pájaros, estanque con surtidores o la cueva con todas las maravillas que aún contiene de tiempos pasados. Las altas tapias alternan sabiamente pantallas vegetales como veladuras, para conseguir la intimidad de la propiedad, y disfrutar del atardecer con las vistas del Monte Corona y la vegetación del Saja- Besaya. Un vergel ajeno al paso del tiempo que permanece aislado de cualquier mirada y vida exterior. Si esto no es inspirador...