Hay algo curioso en el mundo del diseño de interiores: su aparente vocación de permanencia convive con una capacidad asombrosa para cansarnos. Lo que debería durar años —un sofá, una cocina, un suelo— empieza a parecer desfasado en cuanto lo hemos visto tres veces seguidas en redes. Es lo que tiene las tendencias (y seguirlas a rajatabla). No es culpa de los materiales, ni de los colores. Es culpa del algoritmo, de la repetición sin pausa y de la falta de pausa al repetir.

El problema no está en que algo se ponga de moda, sino en cómo se convierte en norma. Cuando una idea buena se convierte en estándar, deja de ser especial. Se vuelve fórmula. Y ahí es cuando empezamos a sentir rechazo, incluso por aquello que hace un año nos fascinaba. Lo vemos con distancia, como si lo hubiera elegido otra versión de nosotros, más ingenua o más influenciada por lo que estaba “en tendencia”.

Estas son nueve decisiones de diseño que en 2024 nos parecieron deseables y que ahora, a la hora de seguir habitando esos espacios, ya no sentimos nuestras. No es un ajuste de cuentas: es una toma de conciencia.