Manuel Cervantes le dio a esta casa el nombre de "Tepetate", el suelo de piedra caliza rojiza que se encuentra comúnmente en las regiones volcánicas de México. "Tepetate es el color del suelo, nos recuerda el lugar donde estamos", explica Cervantes. Este color aparece en los tabiques de hormigón pigmentados de sus volúmenes, creando un telón de fondo terroso para el follaje verde que envuelve la casa. Se prestó especial atención al sitio y al entorno natural, utilizando materiales locales naturales combinados con elementos arquitectónicos arraigados en su entorno. En el interior, el diálogo entre la repetición y la variación es clave en la obra de este aclamado arquitecto.
Los techos de hormigón acanalado se repiten en todo el edificio, formando un patrón rectilíneo. Estos elementos estructurales, caracterizados por largas lamas, añaden un elemento rústico a la vivienda urbana inmersa en la naturaleza. El alma de esta casa es su selvática cocina, no en vano el propietario es un chef al que le encanta reunir amigos y familiares en torno a su mesa. Los patios verdes y la piedra de lava volcánica negra local entremezclada con plantas suculentas tropicales permiten que los espacios interiores y exteriores respiren y se interconecten. Los suelos de madera y el pavimento de piedra volcánica negra Recinto Negro continúan el diálogo con el lugar. Y en el interior, según el arquitecto, "los muebles y los materiales son abstracciones del folclore de nuestra cultura. Es una mínima abstracción de nuestras casas tradicionales". Una arquitectura que expresa en su modernidad un inmenso conocimiento de la cultura mexicana.