Desde el lago parece la quilla nacarada de un yate aerodinámico varado junto a la orilla, o el casco de una nave surgida de un ensueño futurista y posada entre los árboles. Tales son la sensación de asombro y el aguijón de curiosidad que provoca esta casa de veraneo, situada en la región austríaca de Carinthia y diseñada por la arquitecta María Planegger, del estudio Projecta01.
Se trata de un proyecto arquitectónico complejo, casi un surtidor de ideas, con un tratamiento material y formal de los exteriores del edificio –construido con hormigón y revestido con elementos de fibra de vidrio– que resuelve múltiples cuestiones a la vez, respecto de las fachadas en sí mismas y de sus efectos sobre los espacios interiores.
Lo veamos desde lejos avanzando desde el agua, desde la calle o desde las casas vecinas, el edificio se muestra como metáfora de una nave y –a medida que nos acercamos– se metamorfosea en una geometría que aquí es un porche, allí un palio de sombra seguido de un chorro de luz cenital, o un pasillo de madera y vidrio que parece un escenario cubista.
Líneas irregulares, cortes netos al bies, planos inclinados y plegables, superficies rayadas o con un sarpullido de pequeñas perforaciones, un tejado poligonal… La comparación con un barco o un artefacto volador no tiene intención poética ni alude a un tipo de arquitectura pintoresca y mimética, sino, en todo caso, a su semejanza con una máquina. Así como las formas del avión y del barco son máquinas diseñadas para cumplir ante todo las funciones de volar y de navegar, esta es una casa de veraneo situada al borde de un lago, y sus materiales y sus formas están determinados por la voluntad del proyecto de instalarse en un paisaje y de elaborar al máximo las relaciones con sus beneficios ambientales –el agua, la luz, el aire, la vegetación...– a través de la audacia y el rigor en el diseño y de la alta tecnología en la elección y el tratamiento duradero de los materiales.
El modo irregular en que, en el jardín, las partes de césped y las del pavimento se recortan y se alternan tiene que ver con la geometría quebrada del volumen de hormigón, madera y cristal. Pero los quiebros y pliegues del edificio formalizan la relación con el paisaje desde el exterior y a la vez cumplen estrictas funciones en el interior, abriendo perspectivas bien planificadas hacia el lago y las montañas, y modulando de una manera minuciosa los efectos de luz y de sombra en cada una de las zonas interiores, a lo largo del día.
Es una casa consciente, por así decir, de su condición y de su situación hasta en los menores detalles, hasta lo microscópico. Y podríamos continuar la comparación con un avión o un barco, máquinas donde hasta cada tuerca importa en su absoluta exactitud. Como un puzle tridimensional, cada una de las piezas encaja a la perfección porque están hechas a medida, desde la mezcla de cemento de las fachadas hasta los picaportes de los cuartos de baño.