Seguramente debe haber pocos sitios en el mundo tan parecidos al paraíso como Paraty. Situada en la costa sur de Río de Janeiro y declarada Patrimonio de la Humanidad, esta ciudad colonial de calles de piedra es, además, el punto de partida para visitar las playas que se extienden más allá del bosque tropical Mata Atlántica. En una de ellas, el estudio brasileño Bernardes Arquitetura y el interiorista Gabriel Fernandes levantaron una casa de 1.100 metros que parece un homenaje a los materiales y las formas simples, pero orgánicas, del país.
En la planta baja ubicaron dos dormitorios de invitados y todas las zonas comunes (comedor, cocina, spa, sala de estar), incluida una enorme terraza abierta que integra un refugio gourmet, bar, piscina, entrada social y jardines. "Es el espacio que define la vivienda, en permanente equilibrio entre exterior e interior, que aquí es una sola cosa", explica Fernandes.
En la primera planta, cuatro habitaciones en suite comparten metros con una sala de estar familiar. Su propietario, un hombre separado con tres hijos, buscaba un lugar en el que escapar del estrés de la vida en São Paulo y recibir amigos. "Hay un uso casi excesivo de la piedra fruto de la búsqueda de conexión con la naturaleza. Queríamos que la arquitectura formase parte de ella –sigue el interiorista–. Está presente en el suelo, las paredes, la decoración; incluso el jardín está hecho intencionalmente de ella".
Otros elementos esenciales son las cuerdas de la fachada o la paja natural de los muros del salón, que refuerzan la importancia de lo orgánico. Los colores arenosos y crudos responden a la misma idea de mímesis con la tierra. "Si la paleta cromática no fuera tan asertiva perderíamos parte de la intención", aclara Fernandes. Los muebles acompañan a la arquitectura. La mayoría pertenecen a diseñadores brasileños contemporáneos (Paulo Alves, Guilherme Torre, Roberta Banqueri), pero también hay piezas de los años ochenta y noventa de Sérgio Rodrigues o de los sesenta de Dominici. "Pero sin duda el elemento visual más impactante es la lámpara Construction, de Moooi. Su estructura nos recordó desde el primer momento a la carcasa de la vivienda", añade.
El arte es igualmente patrio y aporta un punto de frescura y de experimentación. Mezcla las fotografías de Marcelo Oséas o Denilson Machado con las esculturas de Nicole Tomazi y el panel indígena del salón que enfatiza esa mirada popular que buscaban. "El mayor reto fue conse- guir un espacio cálido a pesar de las dimensiones. La distribución está pensada casi como un baile; da la sensación de que caminas alrededor de la arquitectura mientras los muebles se mueven contigo", remata Fernandes.