Oculta tras la línea de árboles que la separa de la playa, esta casa diseñada por Claesson Koivisto Rune (CKR) tuvo que afrontar varios retos. El primero de ellos, superar una limitación normativa de superficie, establecida en 170 metros cuadrados, para disponer del doble de espacio. En segundo lugar, adaptar la construcción a una parcela ondulada formada por dunas de arenas conquistadas por la vegetación. Y finalmente, proporcionar la máxima privacidad manteniendo el contacto visual con la playa y el horizonte; es decir, cómo gozar de las vistas desde el interior minimizando la visibilidad desde el exterior.
La respuesta de los arquitectos fue "cortar en rodajas" una caja alargada para crear una sucesión de volúmenes vinculados por patios en los huecos. Esta disposición permite encuadrar las vistas en cada volumen preservando la privacidad de los interiores. Así, la casa parece una alineación de cuerpos individuales, cuando en realidad se trata de uno solo vinculado por un eje central de comunicación de 40 metros de largo que funciona como pasillo, aunque en cada espacio forma parte del mismo.
La casa se revistió por fuera con ladrillos artesanales cuyo color imita el de la arena de la playa. Suelos de piedra caliza en los interiores y las terrazas y techos de madera completan la paleta material para crear una construcción que, aunque no se camufla en el paisaje, es fiel al entorno y la topografía.
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