A estas alturas, el ladrillo visto ya ha superado su fase de revival. No es una moda hipster ni un capricho industrial chic. Es un recurso con carácter, memoria y textura que, si se trabaja bien, puede elevar el nivel de cualquier interior. Hay quien lo ve como símbolo de autenticidad; otros, como un guiño industrial que nunca pasa de moda. Y luego están los que se preguntan si de verdad merece la pena picar todo un tabique por “ese efecto Brooklyn”. Spoiler: sí, merece la pena… si sabes cómo hacerlo.

El estudio Coblonal, liderado por Joan Llongueras y Jordi Mercè, acaba de firmar una reforma integral en un edificio de J. A. Coderch en el Turó Park barcelonés, y han dejado claro que el ladrillo visto no es solo un capricho decorativo. Es estructura, es historia y, bien trabajado, puede ser la columna vertebral estética de todo un hogar. “La pared maestra de ladrillo visto en la zona de día articula el espacio entre el salón, la cocina y el comedor”, explican desde el estudio. ¿Y lo mejor? Lo han hecho sin caer en los tópicos. Aquí van sus claves.

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¿Dónde sí y dónde mejor no?

Una de las grandes dudas: ¿es buena idea dejar el ladrillo visto siempre que aparece? Spoiler: no. Desde Coblonal lo tienen claro: “Es buena idea dejar el ladrillo visto en espacios en los que busquemos una estética industrial con sello propio. Es un recurso muy efectivo para espacios tanto residenciales, como comerciales y de oficinas y, si se usa en su justa medida, logra crear una atmósfera cálida muy interesante. En concreto, se suele usar para frontales de cabezales de cama, paredes de recibidor o bienvenida o alguna pared puntual en zonas sociales como salones o comedores.”

¿Y dónde no? “No es recomendable usarlo en espacios húmedos como lavaderos o baños.” La razón es sencilla: el material no responde igual de bien a la humedad y requiere un mantenimiento más delicado en esas zonas. Mejor reservarlo para áreas en las que pueda lucirse sin sufrir.

Y ya que estamos, ojo con el entusiasmo. “Abusar de su uso” —alertan desde el estudio— “es uno de los errores más comunes al incorporar ladrillo visto en interiores. Cuando incorporamos texturas como la del ladrillo visto, sobre todo si se deja en su color natural terracota, hay que ser muy comedido e incorporarlo en paños de pared puntuales. Si la textura se repite en muchas paredes dentro de un mismo espacio puede llegar a cargar demasiado el ambiente o a dotarlo de un aspecto demasiado rústico.”

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Que hable el ladrillo, pero sin gritar

“El ladrillo visto en su color natural funciona muy bien con madera de roble, con techos vistos en volta catalana o con detalles metálicos en chapa metálica negra”, explican desde Coblonal. No hay que irse al extremo industrial para sacarle partido. El equilibrio está en el contraste justo: materiales nobles y texturas naturales que acompañen sin competir.

La clave está en lo que no se ve a primera vista. “Siempre es importante trabajar estos materiales con una base de blanco roto y no un color crema, y dotar al espacio de textiles o fibras naturales para lograr una atmósfera menos ruda y más acogedora.” El ladrillo ya tiene bastante presencia por sí solo; el resto del espacio debe servirle de escenario, no de rival.

Un buen ejemplo es este salón en forma de L donde el sofá tapizado en lino verde gris se apoya sobre un mueble bajo diseñado a medida que hace de librería e integra iluminación indirecta. El conjunto se remata con una chimenea de obra original y un sillón Togo en piel color coñac que añade carácter sin robar protagonismo. Todo encaja con naturalidad, como si siempre hubiera estado ahí.

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¿Y si no tienes ladrillo original?

Aquí viene una de las preguntas del millón. No todos vivimos en edificios con historia ni en lofts neoyorquinos. ¿Se puede conseguir ese efecto sin recurrir a paneles que imitan el ladrillo? Según Coblonal, la respuesta está en mirar lo que ya tienes.

“Nosotros recomendamos ser coherentes con los materiales del propio espacio y no buscar similitudes que se puedan ver forzadas”, señalan. Traducido: no pegues un panel de ladrillo falso como quien pone una pegatina. “Si no hay ladrillo visto en el espacio que estamos trabajando, seguro que nos podremos fijar en alguna textura existente en el espacio que nos resulte de interés: hormigón, vigas metálicas vistas, paneles de madera texturizados…”

En caso de que todo sea plano y liso como una pared recién imprimada, siempre hay formas de introducir textura. “Siempre podremos dotar nosotros al espacio con distintas texturas en las paredes usando, por ejemplo, papeles pintados en fibras naturales o bien aplicando una pintura con áridos a las paredes". 

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Otra opción: pintarlo de blanco

El ladrillo blanco también tiene su público, y Coblonal lo defiende con argumentos. “Al dejarlo en blanco, logramos una estética más neutra en la que sigue jugando un papel importante la textura y el relieve del propio material”, explican. Es decir, no pierde personalidad, pero sí gana versatilidad. Puede convivir con microcemento, acero inoxidable, pilares de hormigón o maderas oscuras sin generar un choque estético.

Esta fórmula es especialmente útil en espacios más pequeños o con menos luz natural. El blanco suaviza y amplifica sin perder ese toque crudo que tanto gusta. Además, se adapta muy bien a estilos más contemporáneos, minimalistas o incluso nórdicos con carácter.

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Un material con memoria (y con mucha presencia)

En este piso del Turó Park, el uso del ladrillo visto no es un capricho estilístico, sino un guiño respetuoso a la arquitectura de Coderch. La pared estructural se ha dejado al desnudo para que hable por sí sola, pero el resto del espacio se ha cuidado hasta el último detalle para acompañarla. Desde la cocina con estética industrial hasta la iluminación indirecta del mueble bajo, todo se ha pensado para generar una armonía sin excesos.

Esa es quizá la gran lección del proyecto: el ladrillo visto no es una moda, sino una oportunidad para dar carácter, contar una historia y estructurar el espacio con coherencia.