Si creyéramos en la reencarnación podríamos decir que esta propiedad ubicada en Mortsel, localidad cercana a Amberes, ha pasado por varias vidas. Comenzó como una granja en el siglo XVII, luego se convirtió en un monasterio habitado por jesuitas y, en el siglo XX, un industrial la compró y la utilizó como vivienda privada, además de añadir una fábrica de galletas a los edificios históricos.
Hoy es una combinación de pasado y presente, con una nueva forma de convivencia para cinco familias, cada una con su casa y su jardín privado. El belga Hans Verstuyft se enfrentó a la reforma de la vivienda principal.
"El conjunto se encontraba en estado de abandono; el valioso patrimonio original se hallaba apiñado en todo tipo de dependencias voluminosas y puramente racionales, por un lado, y por la función posterior de fábrica de galletas, por otro", relata el arquitecto, que trabajó mano a mano con los propietarios, Philippe Brems y Gitte Van Hasselt, ambos diseñadores de producto, para dar forma a esta mansión de 350 m2 .
Por lo que respecta al esqueleto, las partes históricas fueron reconstruidas en base a planos arquitectónicos antiguos. Se consiguió restaurar el edificio y aliviarlo de sus extrañas adiciones y transformaciones sin ocultar su complejidad.
"Todo lo que se ve tiene una historia, y esto representa la esencia de un hogar hermoso", asegura Verstuyft. El interior ha sido llevado a su forma más pura. La espaciosa entrada con suelo de terracota, el salón y el comedor con techos altos y puertas pivotantes hasta el techo crean una forma de vida amplia y luminosa.
La cocina, situada en la antigua fábrica de galletas, comunica, por un lado, con el jardín y, por el otro, con una especie de terraza interior que incluye un huerto. En el primer piso, el arquitecto ha creado un espacioso pasillo con dos dormitorios infantiles adyacentes a una sala de juegos.
El dormitorio principal, el vestidor y el baño (ubicado en una torre) conviven en forma de L. Le Corbusier, Michael Thonet o Niels Otto Møller se hacen presentes a través de algunas de sus piezas maestras, dando coherencia a todo el conjunto y otorgando esa sensación de espacio vivido desde el primer día, de lugar confortable, de refugio verificado. Quién sabe qué forma tomará esta casa en el futuro o, incluso, si dejará de serlo para transformarse en cualquier otra cosa. El tiempo lo dirá.