Generar la sensación de estar en una casa de vacaciones en las Islas Baleares es uno de los logros que el arquitecto e interiorista Georg Kayser ha alcanzado en este ático con terraza situado en un edificio de los años veinte en el barrio barcelonés de Gràcia. El encargo de un cliente alemán era preciso: encontrar el emplazamiento ideal para crear un pied-à-terre con encanto especial, un lugar donde desconectar y relajarse.

La ubicación en un entorno de edificios modernistas, boutiques, galerías y restaurantes, la abundancia de luz y la terraza fueron claves determinantes para embarcarse en una obra que duró casi un año y en la que "me dejé inspirar por la época del edifico y el estilo art déco, y quise retomar la apariencia de la villa E-1027 de Eileen Gray, donde el uso del espacio es muy eficiente y los muebles se convierten en parte de la arquitectura", indica. Para Kayser, también alemán y afincado en la ciudad desde hace años, lo difícil fue organizar los 90 metros de un interior mal acabado y peor distribuido que hizo necesario empezar desde cero. "Como la planta gira en torno a un patio de luces, para evitar estrecheces se prescindió del cuarto de invitados y de tabiques, logrando así crear un refugio inundado de luz donde todo fluye", argumenta.

 

Por este motivo, de la vivienda original solo se ha mantenido el techo de volta catalana con ladrillos a la vista que, sumados a los acabados naturales de roble blanqueado para el suelo y de pintura a la cal para las paredes –que cambia al microcemento en los baños a tono con los colores de la fachada–, conforman la deseada estética cálida de las casas baleares. Con pocos materiales, y cero compartimentación, hay tres puntos destacables.

 

En el baño, con lavamanos de mármol Guatemala, grifos de la serie Icona Deco, de Vincent Van Duysen para Fantini

El dormitorio, con vestidor de doble fondo que se desliza por arte de magia y una cajonera que se transforma en escritorio. Se abre ahora desinhibido al salón, el comedor y la cocina, separándose visualmente mediante puertas correderas de cristal y cortinas para ver la chimenea tumbado en la cama. El laissez-faire está garantizado. La segunda clave es la isla central, concebida a modo de escultura y de difícil factura al estar compuesta por un cuerpo elevado, en mármol verde Guatemala. Además de acoger los fuegos, se prolonga para dar forma a la mesa de comedor, forrada a su vez con mármol crema marfil. Realizada a medida, sus curvas bauhasianas se replican en los muebles que abrazan las paredes alrededor del patio de luces.

 

Por último, la terraza de 40 metros, con zona de ducha al aire libre, se ha tratado de modo singular. Algo más elevada, se cierra con amplias puertas plegables de librillo instaladas en vanos, que introducen el exterior en la casa y donde unas prácticas colchonetas permiten sentarse a tomar el sol dando mayor sensación de libertad y relax. El resultado para Kayser "es una mezcla entre casa mediterránea con aire parisino y elegantes curvas y detalles inspirados en la arquitectura de la Escuela Bauhaus"

 

La hilera de macetas brinda intimidad a la ducha exterior.