Una delicada fusión entre construcción y naturaleza, un encuentro entre arquitectura y paisaje. Este fue el punto de partida de Trenchs Studio para esta vivienda ubicada en Lamadrid, Cantabria, realizada en colaboración con la constructora 2S gestión. “Tenía que ser un lugar de convivencia y descanso, una especie de refugio familiar pensado para el bienestar y la conexión. Nuestro cliente, un reconocido chef cántabro afincado en Madrid, comparte esta residencia con su esposa y sus hijos durante los veranos, cuando visita su pueblo natal. La idea era ofrecer un espacio de retiro y reunión al mismo tiempo, invitando a la contemplación y al disfrute de este entorno excepcional”, explica Ricard Trenchs, al frente del estudio.
Con vistas panorámicas al mar Cantábrico y a los imponentes Picos de Europa, la casa se alza en la ladera que desciende hasta la ría de San Vicente de la Barquera. “Lamadrid es una aldea de casonas tradicionales con techos de teja, dispersas entre verdes praderas y silos, evocando la esencia del paisaje rural cántabro. Así pues, basamos nuestro concepto creativo en un edificio que se integrara total y orgánicamente con él. Con casi 400 m2 distribuidos en dos niveles, se modificó sutilmente la topografía para enterrar parcialmente la planta inferior, logrando así la apariencia de una casa de una sola planta. El resultado es una volumetría sencilla, con una fachada de estuco y cubierta de teja recuperada que se adapta con naturalidad al entorno, una arquitectura que revela y respeta el encanto de su emplazamiento”.
Además, la excepcional ubicación de la parcela, con vistas tanto al mar como a las montañas, inspiró una distribución que enmarca estas perspectivas en las zonas sociales de la casa. De esta forma, el salón-comedor ocupa un espacio diáfano en el centro, con amplias fachadas acristaladas y porches, y los dormitorios principales, el estudio y la cocina se distribuyen en los laterales. En el salón, una chimenea central de obra articula el espacio, destacando la inclinación de la cubierta a dos aguas y su estructura de roble. Este espacio ligeramente más bajo está orientado al mar; en cambio, el comedor y el acceso principal ocupan un plano más elevado para poder disfrutar de las vistas a la piscina, protegida de los vientos. A través de una ligera pendiente, se accede al garaje en la planta inferior, así como a los dormitorios infantiles y su sala de estar que conectan directamente con el exterior, donde se ha trabajado un paisajismo auténtico y local.

Taburetes Kimua, de Alki y menaje de cerámica negra, de Ferm Living. En la estantería, vajilla y jarrones, de Zara Home.
Enric Badrinas
Por dentro, el interiorismo busca transmitir una sensación cálida y acogedora, donde conviven en armonía lo rústico y lo contemporáneo y con piezas de diseño tan especiales como atemporales. “La intención era no resaltar la arquitectura en sí misma, sino poner en valor la ubicación y las panorámicas. Cada estancia se impregna de una base homogénea, sobria y neutra, donde el mobiliario cobra protagonismo al contrastar con tonos oscuros, maderas de nogal y materiales como la piedra y el cuero en tonos tostados”. En este sentido, la materialidad natural es fundamental para lograr la integración en el contexto rural. Las paredes se acabaron con estuco de cal y tadelakt beis, el suelo combina parqué con piedra caliza, las carpinterías son de roble, las alfombras de lana y lino y las vigas pintadas de la cubierta completan la atmósfera en la que todo habla el mismo idioma. “Un refugio donde cada elemento arquitectónico y decorativo colabora para realzar la belleza natural de Cantabria, integrándose con el paisaje y transmitiendo una sensación de paz y serenidad que se percibe en cada rincón”, remata Ricard.