A la hora de reformar esta casa en Santiago de Compostela, Mercedes de las Heras pensó en cómo le gustaría vivir a ella misma. Los propietarios, un matrimonio con tres hijos, buscaban sustituir sus acabados originales, pero también una ampliación de espacios que corrigiera sus hechuras algo pasadas de moda. "Se ha conseguido que una casa que antes no tenía encanto ahora lo tenga", señala la interiorista, que recurrió a la ayuda del arquitecto Francisco J. Corredoira para los temas técnicos, y a la empresa EMAC para la ejecución del proyecto. Para la decoración y nueva distribución colaboró con el estudio de la tienda Nomad Interiors de A Coruña, especializada en piezas de diseño slow y artesanía, y dio a la vivienda una vida completamente nueva y funcional. Así, se intervinieron espacios como la cocina y se agrandaron también el comedor y la sala de estar.
En cuanto al interiorismo, la clave fue empatizar con la forma de vida de los dueños, que buscaban un estilo relajado y sencillo. "Ellos viajan mucho y querían conseguir esa sensación de hogar, de espacio acogedor", asegura la decoradora. Para ello, fueron fundamentales las piezas seleccionadas por Nomad Interiors, sobre todo en espacios como el salón, los dormitorios y las zonas de exterior que beben de la filosofía de la tienda, centrada en la belleza de lo natural y lo duradero. "Nos basamos en la combinación de tesoros únicos y hallazgos eclécticos. Sentimos pasión por el diseño artesanal y lo vintage, por los objetos especiales, el charme francés y las piezas versátiles que se adaptan a todos los estilos", cuenta Begoña Álvarez, de Nomad Interiors.
Para continuar apostando por ese estilo, con espacios donde mandan las texturas, con ricos textiles como el lino y materiales nobles, los suelos de la cocina y parte del exterior se cubrieron con piedra gris antracita y el del salón y los dormitorios, de madera de roble. En la intervención también se prestó especial atención al exterior, creando un gran porche, amueblado con piezas de madera recuperada, que recorre la planta baja y donde se instalaron unas grandiosas puertas correderas. En el jardín se reformó también el pabellón de la piscina, que se climatizó y redistribuyó, forrándolo con listones de madera mucho más acordes con la nueva imagen del edificio principal, en el que también se cambiaron las tejas rojas del techo por láminas de zinc negro. El toque final lo da un nuevo paisajismo, obra de Roberto Ferreira y Elena Villar, del estudio Baobab, que bebe de los jardines silvestres del norte de Europa y que incluye gramíneas, vivaces o abedules. "Me gusta porque no es un jardín impuesto y recortado; da la sensación de que es un espacio muy natural, de que es un lugar casi agreste", concluye Mercedes de las Heras.