La luz tamizada por los hermosos vitrales modernistas baña con sutileza los interiores de esta vivienda del Ensanche barcelonés reformada por la arquitecta Esther Flavià, del equipo F2M Arquitectura. Esas tribunas vidriadas que pertenecen tanto al paisaje urbano tanto o más que a la vida cotidiana del piso "son como un hermoso invernadero", comenta la autora al hablar del espacio que habita con su familia. El edificio fue construido en 1904 por el arquitecto Jeroni Granell, cuando el Ensanche barcelonés diseñado por el genial Ildefons Cerdà se preparaba para convertirse en una de las capitales mundiales del modernismo.
Al acceder a la vivienda, lo primero que deslumbra es la belleza y vigencia del suelo de mosaico nolla. Fue ese elemento el que incitó a la arquitecta a la aventura estimulante y compleja de la reforma del piso. Todo el proyecto se basa, en realidad, en la recuperación de estos suelos, un tesoro de la industria mediterránea con rasgos de esmero artesanal en los detalles.
El mosaico "nolla" se llama así por Miguel Nolla, que nació en reus y a mediados del siglo xix fundó en Valencia una fábrica de baldosas elaboradas con teselas cuadradas, hexagonales y octogonales, mediante un sistema de incrustación al fuego que permitía no ceñirse siempre a las redes geométricas rectas. Multitud de piezas pequeñas de diferentes tamaños, colores y formas geométricas crean –como puzles o urdimbres de alfombras– suelos variados y dinámicos.
Esther Flavià aprovechó al máximo las posibilidades casi infinitas de la tesela nolla al derribar tabiques y "redibujar" cenefas y remates donde no los había. "Para resaltar la policromía de los suelos, pintamos todo de blanco. Hemos restaurado los techos, con sus distintos modelos de molduras en cada estancia, y restablecido en la parte delantera del piso el concepto de habitaciones encadenadas, con puertas que habían sido tapiadas, creando un corredor que desdobla el recorrido de la casa".
Tanto las zonas como los detalles incorporados buscan un protagonismo secundario, al servicio del confort familiar, pero también del tesoro modernista que los sostiene. Como la profusión de espejos, que multiplican la visión de los elementos originales. En la entrada, una cortina de terciopelo ocre y un mueble escultural color granate aluden, también, a las tonalidades del pavimento.