En las montañas de Jizera, en la República Checa, esta casa de campo ha permanecido en pie durante 130 años, viendo pasar la vida y la historia: desde dos guerras mundiales, hasta el periodo del comunismo y la posterior revolución. La construcción de granito y madera de los bosques circundantes ha resistido el paso del tiempo hasta ahora, algo que en la reforma llevada a cabo por el estudio Mjölk architekti, se ha querido preservar. Su cara antigua se ha conservado inalterable, como símbolo de un pasado. "Restauramos la casa con el futuro en mente, pero al mismo tiempo, no queríamos dejar ir todos los aspectos maravillosos y genuinos de su pasado. Era fundamental que no despojáramos a la cabaña de su alma intangible, la fragancia de la madera y el frío de los bloques de granito. Guardamos lo que pudimos. Lo que quedaba, lo hemos complementado con una nueva calidad que no busca competir con el pasado", explican los arquitectos. Así, mientras en una fachada observamos su aspecto clásico reformado, en la otra se ha integrado una apertura total al exterior a través de paneles de vidrio, extendiendo el espacio habitable del piso inferior. "El contraste y la armonía entre el espacio clásico y la nueva ampliación es de lo que se trató nuestro juego arquitectónico", añaden.
En el interior, el horno y la chimenea de la sala de estar, se convierten en el corazón de la cabaña. Pasado y presenten se dan la mano, con una cocina contemporánea de azulejos, techo de latón que refleja la luz, escaleras de acero y un lucernario circular que ilumina todo el espacio. En la segunda planta, donde no se pudieron recuperar las tablas del suelo original hay un suelo de vidrio que conecta los espacios interiores de la casa generando vistas inusuales y espectaculares. La mayor parte del mobiliario ha sido diseñado a medida por el estudio de arquitectura combinándolo con piezas antiguas seleccionadas cuidadosamente por los clientes.