Ampliar y reducir a lo esencial son dos verbos que se han conjugado bien en la rehabilitación de esta vivienda unifamiliar de 350 m2 y dos plantas en los alrededores de Madrid. El proyecto se debe a Lorna de Santos y a la constructora Consultores de Proyectos y Diseño, que hallaron interiores cuidados, pero con detalles arquitectónicos excesivamente barrocos, espacios pequeños y una oscuridad displicente con las vistas al verde.
El potencial del continente, construido en 2019, hizo que la intención original diera un giro de 360o, y lo que iba a ser una reforma centrada en cocina, escalera y vestíbulo de acceso se transformó en un proyecto integral.
A pesar de que el jardín era el mayor atractivo para los dueños, estaba completamente desconectado del interior, de ahí que uno de los grandes retos fuera integrarlo para amortizar la luz natural y disfrutar del verdor. "Cambiamos muros de carga, ampliamos huecos en fachada y una vez que la obra quedó al desnudo, libre de tantos elementos decorativos, lucía preciosa", argumenta Lorna de Santos. Aunque la casa conserva la volumetría original, modificar la distribución interior ha aportado luminosidad y continuidad entre interior y exterior.
Además, la comunicación entre estancias –cocina, comedor y salón en la planta baja, y dormitorios en el nivel superiores ahora más fluida y garantiza libertad de movimientos a la familia numerosa que la habita. A esa fluidez y al paso franco de la luz exterior se ha sumado el empleo de materiales y texturas naturales –madera, piedra, hierro y tonos neutros– que "la dotan de nuestro minimalismo cálido", indica la autora. Y es que el sello distintivo del estudio de Lorna de Santos tiende a "eliminar lo superfluo y a crear espacios ligeros donde se respire calma y paz para que sus habitantes puedan ser libres y desarrollarse en plenitud", según sus propias palabras.
En la planta baja, los dinteles de los vanos marcan la transición entre espacios, delimitando sin separar, y solamente la cocina se independiza mediante una puerta corredera del mismo material. En el vestíbulo, una escalera de madera maciza y barandilla y peto de chapa blanca "es un gesto minimalista creado para conectar con la primera planta de forma inadvertida y sin peso visual".
Otro diseño del estudio en torno al que gira el salón es la chimenea con embocadura de metal y pintada en negro, que convive con el acabado pétreo de la mesa de centro de Fredericia, combinación de materiales y tonos que se repite tanto en el comedor, presidido por una mesa con sobre de piedra de MDF Italia, como en la cocina y el office. Sin duda, estos emparejamientos buscan dotar a la casa de una "unidad estilística personal", como dice la arquitecta.
De Santos recalca que el trabajo quirúrgico de la estructura fue un notable desafío y significó una implicación muy personal, al ser uno de los primeros trabajos a gran escala a los que se enfrentó el estudio. "Los dueños se convirtieron en parte de nuestra familia. De hecho, establecimos una relación de confianza y libertad con el objetivo de lograr la mejor versión del proyecto", concluye.