La casa del artista Erik Peistrup Mortensen era antes de su reforma una construcción típica y normal, si no humilde, de una calle estrecha en el núcleo histórico de Torroella de Montgrí (Girona), lugar con el que el propietario estableció lazos sentimentales desde muy joven. La compró en 2003 con el objetivo de crear con el tiempo una segunda residencia en Cataluña, pues Mortensen es danés y por entonces vivía en Copenhage. "No sabía en ese momento que algún día iba a dejar definitivamente mi ciudad natal para establecerme aquí. Pero el amor, los amigos, la dulzura de la vida y, claro, la paz e inspiración para pintar que he encontrado me han hecho decidir afincarme aquí", nos dice. Se enamoró del pueblo por su arquitectura, una vida cultural con un buen cine y galerías de arte y, cómo no, el Palau Solterra, que alberga el Museo de Fotografía Contemporánea de la Fundación Vila Casas. La pareja de Mortensen, Radouane Moumni, originario de Marruecos, comparte su pasión por la artesanía bien hecha, el arte y el interiorismo, y de ahí nació la idea de traer objetos bien seleccionados de Marruecos a Cataluña. Hoy por hoy, además de vender directamente en su showroom Darmoad, en la Bisbal (Girona), trabajan con interioristas tanto en Cataluña como en Francia.
Lo que más atrajo a Mortensen de esta casa fue su potencial, algo que supo ver ya que es un devoto de la arquitectura y el interiorismo: desde el principio asumió el reto de transformarla en algo diferente. Antes de embarcarse en semejante aventura pidió ayuda y consejos a sus buenos amigos, Olga Lloberes y Xel May, propietarios del estudio de arquitectura Rien de Rien, quienes le han guiado en todo el proceso, tanto desde el punto de vista técnico como en la elección de materiales. "La idea era crear una casa con luces, juegos de perspectiva, abierta hacia el interior, un poco al estilo riad marroquí: la casa incluso lo pedía", enfatiza Mortensen.
Hoy lo que antes era una casa oscura, compartimentada en muchas habitaciones, es un espacio abierto y luminoso, y cada planta comunica con las otras, que era lo que el proyecto de reforma perseguía: "Quería una casa de verano, para disfrutar con la familia y amigos y mi lugar donde pintar". La reforma más reciente ha sido la construcción en el patio de una piscina tipo balsa, con pizarra verde que transforma el color del agua en el color del mar sobre las rocas. "Es, tal vez, el punto final del proyecto", nos dice, si es que una casa, como una obra de arte, alguna vez está acabada. Las alfombras y los elementos artesanales marroquíes se combinan con piezas de diseño del siglo XX, con o sin firma, que Mortensen ha ido consiguiendo a lo largo del tiempo, obras de arte que enriquecen los interiores y mobiliario que ha diseñado él mismo. En esta casa se vive en un luminoso escenario donde se representa un feliz cruce de culturas.