Ahora que estamos de enhorabuena por la concesión al estudio gerundense RCR Arquitectes del premio Pritzker, también toca mira atrás y reconocer la trayectoria del que fue precisamente el primer galardonado español con la mayor distinción que se da a un arquitecto. La exposición Rafael Moneo. Una reflexión teórica desde la profesión. Materiales de archivo (1961-2016), cumple con esta misión y tras recalar en otras sedes desde que se vio en la Fundación Barrie de La Coruña hace tres años, el 4 de abril se inaugura en el Museo Thyssen-Bornemisza, una de sus mayores obras de rehabilitación.
La muestra reúne una selección de 121 dibujos, 19 maquetas y 152 fotografías de un total de 52 proyectos emblemáticos del arquitecto. Y coincidiendo con el 25 aniversario del Thyssen, se recorre la historia del Palacio Villahermosa desde mediados del siglo XVIII hasta su transformación en museo en 1992, por obra de Moneo, a quien se le reconoce su reivindicación de la arquitectura como cultura y como forma específica de conocimiento. Atento a las corrientes del momento, su obra también sirve para ofrecer una particular mirada sobre las tendencias organicistas y estructuralistas (1950-1960), los discursos italianos sobre la ciudad (1960-1970), la ansiedad teórica de los arquitectos de la costa este americana (1970 -1980), o la creación del star system global en los años 1990. Así, se muestra en seis secciones biográficas cómo Moneo resiste, refleja y absorbe estos intereses diversos de su época para conformar una reflexión cultural propia.
Como joven arquitecto, Rafael Moneo comienza su carrera desarrollando el organicismo propio de la llamada Escuela de Madrid: una arquitectura funcionalista que busca nuevas formas expresivas. Esta tendencia puede apreciarse en su concurso para la Ópera de Madrid (1964), la Fábrica de Transformadores Diestre (1964-1967), la Casa Gómez-Acebo (1966-1968) o las Escuelas en Tudela (1966-1971). Entre estas propuestas, destaca la Plaza del Obradoiro (1962), donde la delicada articulación de las piezas en relación con el entorno muestra su temprana sensibilidad por el contexto urbano.
En su proyecto para la Cátedra de Elementos de Composición de la Escuela de Arquitectura de Barcelona (1970), Moneo sitúa la Historia como el centro de su aproximación a la arquitectura, considerándola un cuerpo de conocimientos que proveen a los arquitectos de un conjunto de soluciones ya ensayadas por otros. Este nuevo modo de trabajar supondrá también el cuestionamiento de la coherencia formal de la Escuela de Madrid y la reconsideración de la composición como herramienta capaz de articular una arquitectura hecha de diferentes partes. En Bankinter (1972-1976) o el Ayuntamiento de Logroño (1973-1981) la libertad compositiva de cada una de las partes del edificio posibilita la incorporación de fragmentos de arquitecturas ya ensayadas, junto a los requerimientos del proyecto y las particularidades del contexto, todo ello sin perder la integridad del conjunto como una entidad en el tejido de la ciudad.
En 1976, Moneo acepta una invitación para impartir clase primero en la Cooper Union y, un año después, en Princeton. A finales de 1970, los debates arquitectónicos en la costa este americana estaban marcados por el énfasis en la teoría y la especulación gráfica, llegando a minusvalorarse la obra construida. Aunque Moneo siempre rechazó la independencia de la teoría frente a la construcción, estos primeros contactos y su apertura a una discusión más amplia le permitieron inhibirse de algunos de los prejuicios de la comunidad más cerrada de la que procedía. De esta época es su ampliación del Banco de España en Madrid (1978-1980), donde apuesta por continuar con el lenguaje academicista del edificio existente, o el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida (1980-1986), donde la arquitectura de Moneo alcanza sus cotas más altas de complejidad formal.
En 1985, Moneo es nombrado director del Departamento de Arquitectura de Harvard y se traslada a vivir a Cambridge, Massachusetts, durante cinco años. Esta experiencia no solo supuso volver a tomar conciencia de la necesaria relación entre el pensamiento arquitectónico y la construcción, herencia de su formación en la Escuela de Madrid, sino también un nuevo modo de ver la ciudad y su escala. Desde mediados de 1980, sus edificios se liberan del dictado de la morfología urbana y optan por escalas más contundentes, como Atocha (1984-1992) o L´Illa Diagonal en Barcelona (1987-1994), se convierten en accidentes geográficos (Kursaal de San Sebastián, 1990-1999) o, incluso, en negaciones de su contexto urbano próximo, como la Fundación Joan y Pilar Miró en Palma de Mallorca (1987-1992) o l’Auditori de Barcelona (1987-1999).
Obligado por sus proyectos en España, en 1990 Moneo da por concluido su periodo en Harvard. Empiezan entonces los años de reconocimiento internacional y la concesión de numerosas distinciones, incluyendo el premio Pritzker en 1996. No obstante, cuanto más se integra en esta escena global más deriva su discurso hacia la importancia del lugar. Para Moneo, el sitio no dicta una respuesta directa sobre la arquitectura, sino que debe ser interpretado, recíprocamente construido y a veces incluso confrontado. Proyectos como el Museo de Arte Moderno y Arquitectura de Estocolmo (1991- 1998), el Museo de Bellas Artes Audrey Jones Beck (1992-2000), la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles (1996-2002) o la Ampliación del Museo del Prado (1998-2007), están profundamente imbuidos por este espíritu que emerge de las condiciones del lugar.
El siglo XXI comienza con nuevos reconocimientos a la carrera de Rafael Moneo, como la concesión de la Medalla de Oro de la RIBA (2003) o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2012). En este periodo construye edificios, como el LISE para la Universidad de Harvard (2000-2007) o el edificio de los Laboratorios de la Universidad de Columbia (2005-2010), donde trata de mostrar cómo las contradicciones de un encargo y la realidad de su construcción no son un lastre para el proyecto sino, posiblemente, las principales oportunidades para el desarrollo de su arquitectura.