En el cartel de la Bienal de Venecia 2016 una señora está subida a lo alto de una escalera en mitad del desierto. Tiene una explicación. Como cuenta el director de esta edición, el arquitecto chileno Alejandro Aravena, "mientras viajaba a través de Sudamérica, el escritor británico Bruce Chatwin se encontró en el desierto con una anciana llevando una escalera de aluminio al hombro. Era la la arqueóloga alemana Maria Reiche, que estudiaba las líneas de Nazca. Para el resto, que estamos de pie en el suelo, el desierto solo se trataba de piedras y gravilla, pero desde lo alto de la escalera, esta mujer encontró un nuevo punto de vista, una nueva perspectiva desde donde las piedras se convirtieron en pájaros, flores, árboles".
Esta imagen, que ilustra el tema escogido para este año, Reporting from the front, tiene una clara simbología para el flamante Premio Pritzkerde Arquitectura: "representar a aquellos que han encontrado un nuevo punto de vista, desde el cual la realidad cobra sentido y comparten con todos nosotros la experiencia, el conocimiento; eventualmente las amenazas y desafíos". Precisamente, el arquitecto alcanzó su actual estatus a raíz de un proyecto de vivienda social en su país e, incidiendo en esta línea, ha convocado en Venecia a 88 profesionales de todo el mundo para investigar el papel de la arquitectura en la batalla diaria por mejorar, de un modo efectivo, las condiciones de vida de las personas de todas las clases sociales.
"Nos gustaría entender qué herramientas de diseño se necesitan para subvertir las fuerzas que privilegian la ganancia individual por sobre el beneficio colectivo, reduciendo el Nosotros (we) a un mero Yo (me)", sintetiza el director la Bienal de Arquitectura, una muestra que se inaugura el 28 de mayo y cerrará sus puertas el 26 de noviembre. Coherente con sus planteamientos, las instalaciones de los pabellones del Arsenale y de Italia están construidas con restos de pladur y de metal de lo que sobró el año pasado tras el cierre. Una propuesta con un mensaje descifrable para el público (algo que no es tan habitual como debiera en la Bienal).
Con Aravena, la arquitectura latinoamérica ha alcanzado este año un protagonismo inusitado. Así, el brasileño Paulo Mendes da Rocha es el flamante ganador de este León de Oro por la "atemporalidad" de su obra. De él también dice el jurado que "su asombrosa consistencia puede ser consecuencia de su integridad ideológica y su genio estructural". Un jurado de cinco miembros integrado por el colombiano Sergio Fajardo y la brasileña Marisa Moreira Salles (Brasil), así como por Pippo Ciorra (Italia), Hashim Sarkis (El Líbano) y Karen Stein (Estados Unidos).
En el Arsenale también sobresalen las maquetas cerámicas de la chilena Cecilia Puga, con las que reivindica viejas tradiciones constructivas, y la muestra sobre la construcción, "con la historia material del lugar", de un refugio en Chile por parte del Grupo Talca. Se expone también un ingenioso pabellón levantado con somieres, de los norteamericanos Rural Studio, y la transformación de un espacio solo con la incidencia de haces de luz, a cargo de la firma de ingeniería climática Transsolar.
En el Giardini, los paraguayos Solano Benítez y Gloria Cabral demuestran la solidez de las construcciones en ladrillo de bajo coste, representando su compromiso hacia una arquitectura con la versatilidad necesaria para levantar buenos proyectos con pocos recursos. Por su parte, el colombiano Simón Vélez hace un alarde de la flexibilidad del bambú en el pabellón de Italia. Otros de los grandes referentes de la arquitectura del Cono Sur, el chileno Mauricio Pezo y la argentina Sofía Von Ellrichshausen, han construido una serie de patios circulares que brindan sombra a sus visitantes a través de altos muros de 3 metros y los mismos follajes de los árboles del jardín.
Norman Foster ha presentado un modelo a escala 1:1 de su aeropuerto de drones en Ruanda, levantado en 14 días con la participación de técnicos del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussetts) y un especialista español en yeserías mudéjares y barrocas, el albañil Carlos Martín Jiménez. Como paso previo, se construyó a una escala más pequeña en la Universidad Politécnica de Madrid. "Básicamente es un edificio de barro, un material que se basa en la tierra, y solo hay un ocho por ciento de cemento en la construcción", destacó Foster.
También es de celebrar que países como Filipinas, Nigeria, las Islas Seychelles y Yemén han encontrado su hueco por primera vez en la Bienal de Venecia. Otra arquitectura es posible.