La arquitectura japonesa lleva ya tiempo en el punto de mira, siendo inspiración para muchos y en muchos ámbitos. En los momentos más oscuros surgió la creatividad para la sociedad, como las semillas que brotan en la tierra nutrida por todo lo que fue y murió. Así, la necesidad de reconstruir el país nipón tras los desastres de la II Guerra Mundial; la reflexión entonces, el encuentro entre la tradición a la que el dolor de la pérdida dio un nuevo valor, con la innovación, la tecnología, el reconocimiento de las necesidades distintas que trae consigo una nueva era… fue un cóctel que convirtió a Japón en uno de los mayores cultivos de innovación y creación arquitectónica del último siglo.
Como hoy en día hay gente de todo el mundo en todas partes, también hay edificios construidos por todo tipo de arquitectos en cualquier lugar. Repasamos algunas de las construcciones españolas con nombre japonés.
Empezar hablando de Arata Isozaki es prácticamente inevitable, es sin duda el arquitecto japonés con más edificios importantes en España. Premiado con el Pritzer, el considerado Nobel de la Arquitectura, cuenta que su primera experiencia con la arquitectura fue la devastación de todo. A los catorce años fue testigo de cómo su ciudad, Hiroshima, desaparecía de un día para otro. Por supuesto, vivir esta experiencia fue un momento absolutamente decisivo, entendió que los edificios no duraban para siempre, que su función entonces era alegrar el momento presente.
Ha firmado proyectos que son ya parte de la historia cultural y popular de nuestro país, como el Palau Sant Jordi de Barcelona, que construyó para las Olimpiadas de 1992 y que ha sido desde entonces sede de casi todo lo grande que haya sucedido en la ciudad. En la rehabilitación de la modernista fábrica Casaramona en Barcelona, convertida en lo que hoy es el Caixa Forum, fue Isozaki el encargado de diseñar el patio de acceso. Piedra caliza en las paredes y en el suelo y un espacio sumergido en agua que crea un efecto de reflejo infinito. Lo construyó excavando por debajo del nivel de la calle para desde fuera fuese aún el edificio original lo que se viese. Diseñó también un texto escultórico que recuerda a las ramas y que está en la entrada protegiendo las escaleras mecánicas.
De una belleza natural espectacular, Domus: La Casa del Hombre, se sitúa en A Coruña, un museo interactivo dedicado al ser humano. Entre acantilados y sobre espectaculares piedras, se erige una estructura construida en placas de hormigón que se curva, como modelada por el viento, las olas del mar y el tiempo.
Toyo Ito, –quien firmara el mega-polémico proyecto del Hermitage de Barcelona con el que aún no se sabe a ciencia cierta qué pasará–, diseñó el Hotel Suites Avenue de la ciudad Condal. Un hotel que en su oleada fachada encarna un homenaje y a la vez una conversación con a su edificio vecino, la Casa Milá de Antonio Gaudí. Las ondulaciones rugosas de piedra del segundo se vuelven aquí metálicas, actuando como sobre ventanas, dando a las suites privacidad.
En el Paseo de Gracia también, Kengo Kuma, el arquitecto detrás de del nuevo estadio olímpico de Tokio 2020, diseñó la ya icónica tienda de zapatos Camper. Un entramado de tejas que recuerda a las escamas de un pez. Un material humilde para un resultado extremadamente visual y contemporáneo.
Como decía Isozaki, no todos los edificios están hechos para durar, algunos se elevan sobre el suelo para permanecer muy poco tiempo y desvanecerse luego como si nunca hubiesen estado ahí. Así, por ejemplo, el enorme Tadao Ando construyó un pabellón para la expo del ’92 que la ciudad de Sevilla tuvo el placer de disfrutar por un muy breve tiempo, los seis meses que duró el certamen. Concluido éste, la enorme estructura de madera estaba construida sin tornillos ni clavos, como una especie de juego Kapla, fue uno de los hitos que catapultó a Ando.