El asalto al Congreso de Brasil ha acaparado en los últimos días casi todos los titulares de las noticias. Titulares acompañados de imágenes que nos mostraban la obra del maestro Oscar Niemeyer como nunca nos hubiese gustado verla. Aprovechamos esta ocasión para poner en valor esta maravilla arquitectónica y recordar su historia.
El 21 de abril de 1960, el entonces presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, proclamaba oficialmente la fundación de la nueva capital federal del país, Brasilia. Se hacía así realidad una idea largamente madurada, ya que la intención de trasladar la capital al interior con el objetivo de ayudar a poblar esa zona del país ya figuraba desde el mismo nacimiento de la república a comienzos del siglo XIX.
Brasilia surgió también como un experimento utópico, una ciudad que pretendía eliminar las clases sociales, al calor de las ideas socialistas del propio Kubitschek y del equipo de expertos al que encargó el proyecto.
La elección de los autores no estuvo exenta de un feliz "nepotismo": Lúcio Costa ganó el concurso para hacerse cargo del urbanismo y la planificación general porque prevaleció la opinión de su antiguo alumno, Oscar Niemeyer. Este, amigo personal del presidente Kubischek, gozó de libertad absoluta para dar forma, función y contenido a los edificios institucionales, conjugando su funcionalidad con la monumentalidad exigida a la nueva capital. Finalmente, Roberto Burle Max fue escogido como diseñador del paisaje.
Diseñar toda una ciudad desde cero debió ser un sueño para sus artífices, pero también un inmenso reto al levantarla en tierra de nadie, un lugar de difícil acceso en medio del Planalto Central. Aun así, Brasilia se creó en apenas tres años, una proeza que se sumó al carácter simbólico de la urbe como personificación del carácter pujante de la joven nación.
Para subrayar la modernidad de la metrópoli, Brasilia se diseñó en forma de avión, con el Eje Monumental a modo de cabina de fuselaje rematado por la Plaza de los Tres Poderes como si se tratara de la cabina de los pilotos, y el resto de la trama urbana desplegándose a ambos lados en forma de alas.
Diseñada en principio para albergar a medio millón de habitantes, Brasilia no ha podido escapar a los problemas de la masificación de las grandes ciudades ya que en la actualidad acoge, entre la propia ciudad y los barrios periféricos, a dos millones de habitantes. Pero continúa siendo un manifiesto extraordinario de la voluntad de crear un urbanismo más humano -algo que Le Corbusier había ensayado pocos años antes en la ciudad india de Chandigarth- y, sobre todo, la prueba palpable del inmenso genio creativo de Oscar Niemeyer.